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Actualizado: 26 de noviembre de 2025
Tan grande es la miseria humana, que allí donde aparentemente no hay cualidades que sirvan de base a un verdadero amor, suelen encontrar alguna las gigantas fogosas como la hermosa viuda de Peribáñez.
Preguntéles por mi tío, mas no me dieron noticia alguna de su señoría; y luego que hubimos charlado un poco, me hicieron beber una copa de aguardiente que al punto dio con mi pobre cuerpo en tierra. Durante el periodo más fuerte de mi embriaguez, creo que aquellos tunantes se rieron de mí cuanto les dio la gana; pero una vez que me serené un poco, salí avergonzadísimo de la taberna.
Se reduce a presentar un caso de aquellos que justifican lo que D. Quijote dijo a la desenvuelta Altisidora en el lindo romance que para desengañarla le compuso: Los andantes caballeros y los que en las cortes andan, requiébranse con las libres, con las honestas se casan. Si hemos de confesar la verdad, no es esto lo que sucede más a menudo; pero alguna vez sucede, y basta.
La ausencia del Ferrer cuando él se había presentado en la fragua y la calma de la noche anterior daban que pensar a Jaime. ¿Estaría herido el verro? ¿Le habría alcanzado alguna de sus balas?... Pasó la mañana en el mar. El tío Ventolera le llevó hasta el Vedrá, alabando la ligereza y otros méritos de su barca.
Los sentimientos buenos ó malos se heredan y se trasmiten de padres á hijos. ¡Vivan pues sus ideas idílicas, vivan los sueños del esclavo que solo pide un poco de estopa con que envolver la cadena para que suene menos y no le ulcere la piel! Usted aspira á un pequeño hogar con alguna comodidad; una mujer y un puñado de arroz: ¡hé ahí el hombre ideal en Filipinas!
No encontrando nada mejor, se pone a hablar de los zapatos de baile, para sondear al mismo tiempo las intenciones de Martín. Este no opone objeción alguna; es preciso que Gertrudis se haga tomar las medidas inmediatamente; y, como la joven se niega a quitarse el zapato en presencia de Juan, éste la llama «remilgada.» La joven se ofende, se pone a llorar y sale.
Cuando tú estás, le decía Carmen, Julio apenas conversa, lo mismo que tú. ¡Ah, si pudieras oírle cuando se anima y cuenta el argumento de alguna comedia o habla de cosas ideales! ¡Con qué atención nos quedamos escuchándole y deseando que no termine nunca! Engaña mucho esa frialdad que tú le ves.
Hablaba por los codos y no dejaba meter baza a los demás: él se lo decía todo, y no se podía elogiar cosa alguna, porque al punto salía diciendo que tenía otra mejor. Desde entonces le taché por hombre vanidoso y mentirosísimo, como tuve ocasión de ver claramente más tarde. Mis amos le recibieron con agasajo, lo mismo que a su hijo, que con él venía.
Era ésta bastante angosta y torcida: como domingo, no dejaba de haber alguna animación en ella; los vecinos estaban sentados a las puertas hablando, o jugando en las tiendas a la lotería. Al sentir los pasos del forastero, levantaban el rostro y le examinaban con curiosidad; el que pregonaba los números también suspendía su canto un instante para mirarle.
Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la del Puerto Lápice; otros dicen que la de los molinos de viento; pero, lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los Anales de la Mancha, es que él anduvo todo aquel día, y, al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y muertos de hambre; y que, mirando a todas partes por ver si descubriría algún castillo o alguna majada de pastores donde recogerse y adonde pudiese remediar su mucha hambre y necesidad, vio, no lejos del camino por donde iba, una venta, que fue como si viera una estrella que, no a los portales, sino a los alcázares de su redención le encaminaba.
Palabra del Dia
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