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Actualizado: 15 de junio de 2025
Se adelanta ésta con un puñado de alfileres y en un instante le prende las enaguas por debajo, de tal manera que no hay forma de que se le vea ni la punta del pie aunque echen a vuelo el columpio. El sexo femenino aplaude con entusiasmo loco. ¡Bien, Consuelo! ¡bien!
Las mujeres decían que tambien querían tener de Roma, como rosarios benditos por el Papa, reliquias que perdonan los pecados sin necesidad de confesion, etc. Abierta la maleta y levantado el algodon en rama que la protegía, descubrióse un compartimento lleno de sortijas, relicarios, guardapelos, cruces, alfileres, etc.
Así te sabe a demonios. Bien empleado te está todo lo que te pasa, muy bien empleado. Tanta turbación había en el alma de la esposa de Rubín, que la ira estaba en ella como prendida con alfileres, y el menor accidente, una nada, determinaba la transición de la rabia al dolor, y de la energía convulsiva a la pasividad más desconsoladora.
Y, observando que su burla oscurecía el rostro de la joven, añadió tomándole una mano y acariciándola: No hagas caso, serrana; anunciaba, sí, mi matrimonio, pero era contigo... ¡contigo, morena, que tienes unas pestañas que se clavan en el alma como alfileres! ¡Quita allá, falso! ¡No gastes guasa! replicó ella dándole un leve empujón.
Enrique me rogó que le presentara la cuenta de mis honorarios, y Cecilia me prometió acudir a mí para que le curase todos los pinchazos de agujas y alfileres. Poco después dieron las once, y cada uno tomó su palmatoria. Yo entré en mi alcoba, desde donde oía aún las carcajadas y las alegres carreras que daba en los comedores aquella juventud bulliciosa.
Juanita, impulsada irresistiblemente por la idea rara que había concebido, apartó con gran rapidez el pañolillo, que llevaba al pecho, prendido con alfileres, sacó sus tijeras del bolsillo del delantal y se desabrochó dos o tres corchetes del vestido. Don Paco, siempre de hinojos, la contemplaba embelesado y curioso.
El año anterior, cuando la guerra franco-prusiana, había comprado Pepe un mapa, barato, en el que seguía con alfileres y banderitas las marchas de ambos ejércitos: don José, por distraerse y llevado de la atención con que consideraba el duelo entre la revolución y el carlismo, repitió el entretenimiento.
Muchos tenían repuesto de alfileres; otros corrían a sus casas, encontraban a sus madres peinándose al sol, en las puertas de las casas, y les quitaban la moneda o se la robaban.
Siempre solo, como el Santa Lucía en Santiago de Chile, como la Exposición en Lima, como el Botánico en Río, como el Prado en Montevideo, como Palermo en Buenos Aires. Sólo los domingos, los atroces y antipáticos domingos, se llenaba aquello de gente, paqueta, prendida con cuatro alfileres, oliendo a pomada y suspirando por la hora de volver a casa y sacarse el botín ajustado.
Primeramente colocó en el centro de la entrada la mesita blanca de pino en que comía la familia, cubriéndola con una sábana y clavando los extremos con alfileres. Encima tendió una colcha de almidonadas randas, y puso sobre ella el pequeño ataúd traído de Valencia, una monada, que admiraban todas las vecinas: un estuche blanco galoneado de oro, mullido en su interior como una cuna.
Palabra del Dia
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