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Actualizado: 12 de junio de 2025


Nosotros iremos despacio hasta casa. Se alejaron las dos mujeres con vivo paso, hablando en voz baja. Leonora adivinaba la sonrisa de sus rostros invisibles. ¿Ha visto usted a esas? dijo señalándolas con su cerrada sombrilla. ¿No se ha fijado usted en sus sonrisas y guiños al verle en el camino?... ¡Ay, Rafael! Usted está ciego y resulta terrible.

La voz calló, los pasos se alejaron, rechinó la puerta, y luego todo volvió al silencio anterior. Instantáneamente la duquesa se lanzó fuera del dormitorio y de la recámara de la reina, entró en la cámara donde poco antes había estado hablando con el rey y corrió á una campanilla y la agitó con violencia. Entró una de las doncellas de la servidumbre.

En el silencio de la noche, la voz reposada y armoniosa de María Teresa, llegó hasta Juan: Pues , lo prefiero a todos los demás, porque baila el boston admirablemente. Los pasos se alejaron; las risas frescas de las jóvenes se fueron apagando, se sintió el ruido de las puertas que se cerraban, y luego, poco a poco, reinó el silencio.

Su ambición y su codicia de riquezas, bienes, poder y deleites materiales, le alejaron del mundo, mas no para hundirse y perecer, sino para buscar su satisfacción más allá del mundo: en algo tan sublime y tan luminoso que todas las excelsitudes y resplandores del mundo fuesen, en su comparación, ruindad, misericordia y sombra.

Llegaron a tierra y se alejaron a toda carrera en dirección opuesta a los piratas. Sólo se detuvieron cuando llegaron al lindero del bosque. La casa aérea seguía ardiendo y amenazaba desplomarse de un instante a otro. Las llamas subían, bajaban y se enroscaban como serpientes, lanzando al aire nubes de humo y constelaciones de chispas.

Cuando la botella de champaña hubo resucitado en el cubo por tercera vez, la marquesa, que parecía envidiar á los que daban vueltas en el centro del salón, dijo con su voz quejumbrosa de niña: ¡Quiero bailar, y nadie me saca!... Su marido se levantó, como si obedeciese una orden, y los dos se alejaron girando entre las otras parejas.

Creyeron las otras dos que se había ido a acostar, y quedáronse allí haciendo comentarios sobre el extraño caso, que Belén transmitió a Fortunata con todos sus pelos y señales. Belén lo creía o afectaba creerlo, Fortunata no. Pero de pronto vieron que la Dura volvía y se sentaba de nuevo sobre el montón de mantillo. Miráronla con recelo y se alejaron.

Los dos, estrechándose las manos, se alejaron por el claustro. ¿Cuándo has venido...? Pero ¿en dónde has estado...? ¿Qué vida es la tuya? ¿A qué vienes? El Vara de palo expresaba su sorpresa con incesantes preguntas, sin dar tiempo a que su hermano las contestase.

Los dos jóvenes se alejaron de este rincón, volviendo a la avenida central. Remataba ésta en un edificio abierto, especie de ábside, que ocupaba el fondo del cementerio, con muros en semicírculo y media cúpula. En las paredes habíanse abierto grandes hornacinas con ricas urnas funerarias. Los segmentos de la bóveda ostentaban varias pinturas representando la resurrección de Jesús.

Obedeció Hullin, y ambos se alejaron por la explanada sin despedirse de Hexe-Baizel, la cual, por su parte, no se atrevió siquiera a asomarse al umbral para verlos marchar. Cuando los dos amigos estuvieron en lo bajo del peñón, Marcos Divès, deteniéndose, dijo: vas a los pueblos de la sierra, ¿no es eso, Hullin?

Palabra del Dia

rigoleto

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