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Las ciencias y las artes no tienen alas para volar mas allá de las fronteras del mundo material, ni ojos para objetos que se hallen fuera del alcance del telescopio.

La primera figura que se ofreció a los ojos de don Quijote fue la de la misma Muerte, con rostro humano; junto a ella venía un ángel con unas grandes y pintadas alas; al un lado estaba un emperador con una corona, al parecer de oro, en la cabeza; a los pies de la Muerte estaba el dios que llaman Cupido, sin venda en los ojos, pero con su arco, carcaj y saetas.

Es más antropomórfico y, por lo tanto, menos divino, entender que Dios arregla el universo como el relojero arregla la máquina de un reloj, y que da, por ejemplo, alas a los pájaros para que vuelen, ojos a los que ven para que vean, y a los que entienden entendimiento para que entiendan, que entender que Dios pone en la substancia, en la materia, en los átomos o como queramos llamarlos, un anhelo indefectible y un movimiento en dirección segura, firme y sin posible extravío, por cuya virtud, el anhelo de vivir crea la vida, el de volar, las alas, y el de ver, los ojos.

Mas allá departen sobre el precio de los pellejos de vino algunos manchegos cosecheros, ó echan sus cuentas sobre la escasez de los trigos, á la puerta de un ventorrillo de esquina, entre uno y otro largo trago de Valdepeñas; con la manta amarillenta de lana burda recogida sobre un brazo, medio levantado por delante el fieltro de anchas alas, y dándole á la conversacion ese acento perezoso de los paisanos del inmortal Caballero de la triste figura.

Mis manos están puras, y en el día del juicio final, cuando se pesen nuestros actos, podré presentarme osadamente ante el trono de Dios Todopoderoso y decirle: «Cúbreme con tus más blancos ropajes, pón en mis hombros las alas de cisne más delicadas y déjame colocarme en la primera fila, pues poseo una hermosa voz, a la cual sólo falta un poco de ejercicio para honrar al paraíso

En alas de su genio, Sánchez había volado de golpe a regiones donde el pobre Moreno, a pesar de su aplicación asidua, no llegaría jamás.

Pero no os habéis olvidado de ... me alegro... soy vuestro amigo... nos iguala la nobleza y el celo con que entrambos servimos á su majestad. ¿Y... vuestro tío? añadió sonriendo el conde . ¡Pobre Francisco Montiño! creo que le suceden grandes desgracias. Pero debéis olvidar eso y tender las alas, que las tenéis poderosas.

Teniendo Pepay alas propias, principió á volar fuera del círculo de las operaciones ajenas. Explotó zacatales, y unas veces teniendo aparceros y otras casamas, recorrió en pequeña escala todos los negocios.

Y muy galán que era aquel emperador del cuento, que se metía de noche la barba larga en una bolsa de seda azul, para que no lo conocieran, y se iba por las casas de los chinos pobres, repartiendo sacos de arroz y pescado seco, y hablando con los viejos y los niños, y leyendo, en aquellos libros que empiezan por la última página, lo que Confucio dijo de los perezosos, que eran peor que el veneno de las culebras, y lo que dijo de los que aprenden de memoria sin preguntar por qué, que no son leones con alas de paloma, como debe el hombre ser, sino lechones flacos, con la cola de tirabuzón y las orejas caídas, que van donde el porquero les dice que vayan, comiendo y gruñendo.

«Y , linda mocosa, ¿no comes? añadió la vieja . ¿O es que te has vuelto tan pava y tan persona decente que no te gustan estos guisos ordinarios? Vamos, que para otro día te pondré alas de ángel... Se conoce que allá en el Tomelloso se estila mucha finura». Isidora no contestó. Parecía que estaba atormentada de una idea.