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Actualizado: 27 de junio de 2025


En aquél momento oyóse un grito áspero, estridente, lanzado por Valentín, y que á entrambos los dejó suspensos de terror. Era el grito meníngeo, semejante al alarido del pavo real. Este extraño síntoma encefálico se había iniciado aquel día por la mañana, y revelaba el gravísimo y pavoroso curso de la enfermedad del pobre niño matemático.

El sosiego de algunas calles a las horas de más calor, el melancólico alarido de los que pregonan horchatas y limonadas, el paso tardo de los caballos jadeantes, las puertas de las tiendas encapuchadas con luengos toldos, más son para abatir que para regocijar el ánimo de quien también siente en su epidermis el efecto de una alta temperatura y en su espíritu la nostalgia de las playas.

Gillespie mostró extrañeza al salir de su alojamiento y ver á esta muchedumbre inesperada. Pero el día era hermoso, dentro de su encierro había una penumbra glacial, y creyó preferible sentarse al sol, teniendo en torno á su taburete un espacio completamente libre de gente. El alarido con que le saludó la muchedumbre extendida colina abajo fué á modo de un saludo risueño.

Entró en la casa, y María de la Luz, al asomarse tras la cortina de percal de su cuarto, lanzó un alarido. Olvidando todo pudor, la muchacha salió en camisa a ayudar a su padre, que apenas podía sostener al mocetón, pálido con palidez de muerte, con las ropas salpicadas de sangre negruzca y de otra fresca y roja que caía y caía por debajo de su chaquetón, goteando en el suelo.

Sin ruido, lentamente, Doña Moncha se aparta de la puerta y se sienta entre los criados a desgranar espigas. Se oye alguna voz apagada, y el alarido del viento y las pisadas que vienen y van. Desgranada una cesta de mazorcas, traen otra. En la antesala vaga ahora una sombra negra, la sombra del capellán. Los pasos no dejan de oírse ni de día ni de noche. DO

Yo no si el alarido de un epiléptico da a los demás la sensación de clamor bestial y fuera de toda humanidad que me produce a . Pero estoy seguro de que el aullido de un perro rabioso, que se obstina de noche alrededor de nuestra casa, provocará en todos la misma fúnebre angustia.

¡Ajo! ¡una luz aquí! ¡pronto, pronto! Encendida la cerilla, Agapo la acercó y retrocedió, dando un alarido de espanto: ahí estaba el desgraciado niño, los ojos azules aun abiertos... ¡Dios mío! la culpa es mía, por haberle dejado solo... ¡no me lo perdonaré! ¿quién lleva ahora esta noticia a la familia? iré yo.

Míras al indio tostado, Que lanzando un alarido huyendo despavorido Por el llano dilatado En pavoroso tropel; Y tras él, el tigre fiero Que abandona su dominio Hoy teatro del exterminio, Que ocupa un pueblo altanero Y que transforma en vergel.

Ambas huestes se hostilizan, llegan, chocan, se encarnizan, tras el potente embestir, y el eco va retumbando de monte en monte lanzando el fragoroso reñir. Arde la fuerte bombarda, y allí, donde no se aguarda, va su disparo á caer, y al trueno espantable y fuerte un alarido de muerte viene horrible á responder.

«El Tatita» se dijo . Sólo puede ser él. Su camarada agitó los brazos desesperadamente, lanzó un alarido, y á continuación desapareció, como si tirase de él una fuerza irresistible. Más que el hecho en , aturdió y desconcertó á Morales la posibilidad de que pudiese ocurrir. Todas las creencias de su vida temblaron, próximas á derrumbarse. Era para perder la fe.

Palabra del Dia

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