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Actualizado: 11 de junio de 2025


Cuando el mísero chiquillo, medio ahogado, se sintió libre de aquella estatua de plomo que a poco más le convierte en oblea, miró hacia atrás.... La niña había desaparecido. Perucho no olvidará nunca el desesperado llanto que derramó por más de media hora revolcándose entre las espigas.

Cuando están cerca del caimán y abre éste la boca para engullirle, el cazador introduce el brazo armado con el palo, cuidando de que los extremos afilados se apoyen cada uno en una mandíbula, impidiendo de este modo que pueda cerrarla, y en esta forma le hacen morir ahogado.

O mi amado anabautista, tu que eras el mejor de los hombres, ¿porqué te has ahogado en el puerto? Y , baronesita Cunegunda, perla de las niñas, ¿porqué te han sacado el redaño? Volvíase diciendo esto á su casa, sin poderse tener en pié, predicado, azotado, absuelto, y bendito, quando se le acercó una vieja que le dixo: Hijo mió, ten buen ánimo, y sígueme.

Después de varias tentativas infructuosas se traslada á otra habitación de Palacio, en la cual cree ver una forma que, en cuanto las tinieblas lo permiten, se le antoja ser Doña Violante, y en este momento se presentan criados con antorchas, y el Príncipe, en vez de encontrarse en presencia de su codiciada beldad, contempla ante , ahogado y cadáver, á su cómplice Mons de Monteni.

En esta aventura de aventuras, ha llovido de todo. Así estoy yo de calado; el agua me llega ya á las narices, y á poco más me ahogo. Pero dadme licencia para que escriba, que os lo afirmo, importa. No tiene trazas de dejar de llover, y como no quiero morir ahogado de este diluvio, dejadme que fabrique mi barca. Y esa barca... Ha de serlo una carta.

Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán. Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón. Señor llamó a Jordán en voz baja.

La vista no se separaba de la columna barométrica cayendo fatídicamente en el alma, cada uno de los acompasados golpes del péndulo. ¡Cuántos pensamientos en aquellos supremos instantes! ¡Qué de recuerdos! ¡Qué de zozobras! ¡Qué de esperanzas! ¡Debe ser tan terrible morir ahogado dentro de las cuatro tablas del camarote!

Yo mismo de su boca la tremenda palabra. Pero eso fue un momento, y no ahora... ¿Debo decir a usted cuál era la esperanza que después nos mantenía a ambos... el sueño divino de una felicidad?... Ahogado repentinamente por los sollozos, le fue imposible proseguir.

Dirá usted acaso que en sus sonetos hay algo parecido á la moral de la fábula de la hechicera Arleta; que de ello dan prueba las cuatro últimas palabras del último soneto ¡Que tétrica es la vida! Pero yo, en honor de la verdad, no descubro dicho sentimiento en usted, y si le descubro, es expresado débilmente y como ahogado en los pormenores que preceden á las dichas cuatro palabras.

Pues imagínese usted ahora que esa criatura se hubiera ahogado esta mañana, como debió de ahogarse, don Claudio, como debió de ahogarse, se lo vuelvo a repetir... y póngase usted en mi lugar por un instante...

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