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Actualizado: 30 de abril de 2025
Y Sagrario, después de varias negativas, acababa por confesar sus padecimientos. Son los huesos, que me duelen. Un dolor horrible que me espeluzna apenas me meto en la cama. Parece que me los arrancan pedazo a pedazo... Y usted, ¿cómo está? Toda la noche le oí toser: parecía que se ahogaba.
A los demás enviaré tarjetas... Lo que siento más es dejar sin concluir la reforma del jardín y los dos pabellones de las esquinas en cimientos... No te ocupes de eso, yo cuidaré..., yo cuidaré..., yo cuidaré... No pudo decir más. Le ahogaba la emoción. Aquellos pabellones habían sido idea de María, cuando estaba concertada la boda.
Ahí tienen ustedes el Gobierno de don Juan Manuel Rosas con facultades extraordinarias.» Una lluvia de aplausos siniestros y amenazadores ahogaba la voz del osado catedrático.
Huían muchas veces las muchachas, olvidando padres y hogar, cuando se sentían dominadas por el amor; y él, un hombre, un personaje ¿había de quedarse allí, viendo como se alejaba Leonora, triste y llorando, todo porque no perdiese él el respeto de aquella ciudad en la que se ahogaba, y el afecto de una madre que jamás había sabido bajar hasta su corazón con una sonrisa de cariño?
EVARISTA. ¿Pasamos a casa? PANTOJA. No: déjeme usted que respire a mis anchas. En la iglesia me ahogaba... El calor, el gentío... EVARISTA. Haré que le traigan a usted un refresco... Balbina! PANTOJA. Gracias. EVARISTA. Una taza de tila... PANTOJA. Tampoco. EVARISTA. No hay motivo, amigo mío, para tan grande aflicción.
Era un insocial: se ahogaba dentro de la villa, le repugnaban las calles con sus aglomeraciones de personas marchando en la misma dirección. Acabó casándose con la hija de una trapera, y abandonó su oficio para abrazar el de su mujer. Pero apenas si fue con el carro a Madrid.
¡Hijo mío!... ¡Mi hijo!... gemía la madre, retorciéndose en un sofá. Y el coro de la familia ahogaba sus lamentos derramando sobre ella una lluvia de hipotéticos consuelos y apelaciones á la resignación. Debía pensar en el padre: no estaba sola en el mundo, como ella afirmaba; además de su familia, tenía á su marido. Tòni acababa de entrar en este momento.
Oyó entonces que echaba un fósforo el vecino y aseguraba la puerta del corredor cerrando la llave por dentro... Oyó después acercarse a la débil puertecilla unos ligeros pasos que no ahogaba del todo la alfombra, y sintió un leve crujido en el pasador por la parte opuesta...
Pero cada bocado nos ahogaba y me costaba un triunfo contener el llanto. El pobre cura había pasado una noche de insomnio. Estaba demasiado triste para poder dormir y por otra parte como no le era posible acompañarme hasta C *, había escrito esa noche a mi tío una carta de diez y siete carillas en la que, según supe después, le enumeraba todas mis cualidades pequeñas, grandes y medianas.
Piensa en mí cuando trabajes, cuando leas, cuando reces.... ¡Hasta cuando duermas!... ¡Sueña conmigo, sueña con tu Linilla!... No pudo más. El llanto la ahogaba. Se echó en mis brazos, y reclinó su cabeza sobre la mía. Sollozaba.... Quiso hablar y no pudo. Tomó mi mano, la estrechó fuertemente, y me la besó con efusión infantil.
Palabra del Dia
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