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Actualizado: 6 de mayo de 2025
¡Y vamos! que eso de casarse no sucede todos los días... y es natural que trastorne un poco... es cosa grave, muy grave, ya me lo avisó el Padre Urtazu..., y así es que yo anoche no pegué ojo, y conté todas las horas, las medias y los cuartos que dio el cuco de la antesala... a cada campanada que oía.... ¡tam, tam!, exclamaba yo ¡maldito! aguárdate, que voy a taparme la cara con las sábanas, y a llamar el sueño, y no volverás a hacer de las tuyas..., pero ni por esas.
¡Cóncholes con el hombre! murmuró el interpelado, recogiendo otra vez el lío de ropa ó sea el balandrán y dos camisas sucias, que había puesto sobre un banco al entrar en la taberna. ¿Unde venis? ¿Quórsum tendis? ¡Jeringa, digo yo!; que traigo andadas cuatro leguas á pie, y no estoy pa solfeos de esa clase. Queden ustedes con Dios. Aguárdate hombre. ¡Que siempre has de ser arisco!
Aguárdate, vamos a leer lo que dice allí y yo, que no era muy fuerte para leer de corrido, me puse a deletrear los motes de los bastidores: «Men-gua y bal-dón a los cobar-des que aban-do-na-ron a sus herma-nos en la ho-ra del pe-li-gro». ¡Mengua para ellos! me contestaba Alejandro, taimado. Demos vuelta, vamos a ver lo que dice del otro lado del arco.
Soy tu padre; tú eres mi única hija: ¿qué canástoles ha de preocuparle a uno si no son esas cosas tan agradables y tan?... En fin, que estoy en lo mío estando en esas cavilaciones y con esos recreos del ánimo... Pero aguárdate un poco, que no voy a tomar punto de ello en esta ocasión para acabar de aburrirte con otra rociada de chicoleos... ¡Pues tendría que ver la ocurrencia, canástoles! ¡Ja, ja, ja!
Si es lo que yo digo: la ley... Por supuesto, chico, no puedo negarte que me dio lástima de la pobre condesa. Lloraba tanto... Inés estaba más serena y se conformaba. Aguárdate y la verás llegar. Sin embargo, más vale que no parezcas en tu vida por aquí. Villavicencio quiso averiguar el cómo y cuándo de la fuga de Inés, y allá le dijeron que la sacaste tú de la casa.
¡Aguárdate un verano, hija mía! ¿Crees que es tan fácil inflar un perro? ¿No sabes lo que cuesta en este pícaro pueblo el arreglo de los papeles, las vueltas que hay que dar y lo mucho que le hacen sudar á uno por esas oficinas de la iglesia?
Pero si te parece mal, no he dicho nada... Tan amigos como antes. Al mismo tiempo se levantó é hizo ademán de subir á su casa. Manolo la detuvo, cogiéndola por la ropa. Aguárdate un instante, criatura... Con palabras sensatas le hizo presente lo desatinado de aquel paso, le expuso todos sus inconvenientes y peligros. Soledad no quiso escucharle.
Al salir de casa de Barbacana, encontró el arcipreste en la cartería al juez y al escribano, y a la puerta a don Eugenio, desatando su yegua de una argolla y dispuesto a montar. Aguárdate un poco, Naya le dijo familiarmente, dándole, según costumbre entre curas, el nombre de su parroquia . Voy a ver los partes de los periódicos, y después nos largamos juntos. Yo tomo hacia los Pazos. Yo también.
Palabra del Dia
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