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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Los bellos paisajes, los ingratos eriales, los montes gigantescos, las llanuras cuyo confin se une con el cielo, todo desfila á mis ojos con una rapidez admirable: me canso de ir por tierra, y sin mas ni mas me planto en la cubierta de un barco en alta mar, y veo las olas agitadas, y oigo su mugido, y cual azotan los costados de la embarcacion, y la voz del piloto que da sus órdenes; veo las maniobras de los marineros, recorro las cámaras, hablo con los viajeros, todo sin sentir mal olor, sin padecer las ansias del mareo, ni presenciar las de otros.

Cuando la señora de Aymaret los encontraba allí, observaba que él guardaba siempre, ante Beatriz la misma reservada actitud, pero veía que palidecían cuando se daban la mano, advirtiendo que comenzaba a surgir en sus pechos el huracán de la pasión; la vizcondesa se decía que si tal estado de cosas se prolongaba era suficiente la más leve combinación de la suerte, el incidente de por más trivial para desencadenar las olas de amor tanto tiempo acumuladas, agitadas y comprimidas en aquellos dos corazones.

No despertaron hasta después de las nueve de la mañana, precisamente cuando comenzaba a calmarse. Las nubes huían hacia el Norte, en dirección del estrecho de Torres y de Nueva Guinea o Papuasia, impulsadas por las últimas ráfagas, y un sol espléndido brillaba hacia la costa australiana, dorando las olas del golfo de Carpentaria, que aún seguían agitadas.

En el bosque reinaba el silencio; sólo se sentían los zumbidos de los insectos y el ligero crujir de las ramas de los árboles, suavemente agitadas por un vientecillo que venía del mar. En el río, sólo se oía el murmullo del agua batiendo en los bancos y en las orillas.

El único rumor que fácilmente se percibió era una bullanga de alas vivamente agitadas, cual si todas las palomas del mundo estuvieran entrando y saliendo en la sala mortuoria y rozaran con sus plumas el techo y las paredes. Celinina se puso en pie, extendió los brazos hacia arriba, y al punto le nacieron unas alitas cortas y blancas. Batiendo con ellas el aire, levantó el vuelo y desapareció.

El marqués paróse delante de ella, agitadas las manos por un ligero temblor, encendidas la frente y las mejillas, porque la cólera había acabado por trastornarlo, y siempre balbuciente ensayó formular una disculpa.

¡Estas son pensaba, las herejes, las excomulgadas! Y con sus manos agitadas, temblorosas, continuaba preparando la ensalada. ¡Os felicito, señorita le dijo Bettina, por el perfecto orden que reina en vuestra cocina! Mirad, Zuzie; ¿no era así el presbiterio que deseabais?

Las olas de fuera, agitadas por el Levante, saltaban por encima del estrecho istmo para abrazarse con las olas de la bahía. Los bancos de arena eran arrastrados y deshechos, desfigurando la angosta playa; el horroroso viento se llevaba todo en sus alas veloces, y su ruido nos permitía formar idea de las mil trompetas del Juicio, tocadas por los ángeles de la justicia.

Me deslumbraron el oro de los galones, las plumas blancas y azules de los elásticos agitadas por el viento, los colores llamativos de los uniformes.

Palabra del Dia

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