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Actualizado: 1 de junio de 2025
Todo lo sufría, hasta que un día un muchacha se atrevió a decirme a voces hijo de una hechicera; lo cual, como lo dijo tan claro, que aún si lo dijera turbio no me pesara, agarré una piedra, y descalabréle. Fuíme a mi madre corriendo, que me escondiese, y contéla el caso todo. A lo cual me dijo: "Muy bien hiciste; bien muestras quién eres; sólo anduviste errado en no preguntarle quién se lo dijo."
Luego hablan de mí, creyendo que soy quien le retengo en casa. ¡A paseo, tío! ¡A hablar de esas cosas que tanto le animan, y que los pobres oyen con la boca abierta! Tenga cuidado al subir los escalones. Despacito y con paradas, para que no le agarre el demonio de la tos. Gabriel pasaba las últimas horas de la mañana en la habitación del campanero.
Tuve esta idea cuando estaba aquí sin habla, y al despertar me agarré a ella... Es la llave de la puerta del Cielo... Hijo mío, estate calladito, y no chistes, que si tu mamá se va es porque Dios se lo manda... ¡Ah!, don Plácido, ¿está usted ahí?...». Sí, señora dijo el hablador entrando en la alcoba con los ademanes más oficiosos del mundo . ¿Qué se le ofrece a usted? La señora me ha encargado...
Sea por torpeza o por desfallecimiento, la prenda se escapó de las manos de Magdalena. Dio un paso, se tambaleó primero hacia atrás, luego hacia adelante y cayó en mis brazos desvanecida. La agarré, la sostuve algunos segundos así, pegada contra mi pecho, la cabeza vuelta, los ojos cerrados, los labios fríos, medio muerta y enajenada al influjo de mis besos.
La agarré en Nueva Orleáns el año 59 nos dijo el señor Tomás, como quien se refiere a una epidemia. ¡Pásenme las chuletas! Tal vez este temperamento práctico fue el que lo sostuvo en su indagación aparentemente infructuosa. No tenía en su poder indicio alguno del paradero de su fugitivo hijo, ni mucho menos pruebas de su existencia.
De pronto una terrible contracción la estremeció, abrió los ojos, se enderezó sobre la punta de los pies para llegar a mi altura y arrojándose a mi cuello con toda su fuerza fue ella a su vez la que me besó. La agarré de nuevo, la reduje a defenderse como una presa que se debate contra un abrazo desesperado. Tuvo la noción de que estábamos perdidos y lanzó un grito.
El foque se extendió, dando un estallido como si fuera a romperse; después se hincharon las otras velas; el barquito se torció violentamente; yo me agarré para no caerme al agua. Comenzamos a navegar con gran velocidad.
Esto no es viví. ¡Premita Dió que el domingo me agarre un toro, y ya hemos concluío! ¡Pa lo que vale la vía!... Estaba algo borracho. Desesperábale el mutismo ceñudo que encontraba en su casa, y más todavía aunque él no lo confesaba a nadie aquella fuga de doña Sol sin dejar para él una palabra, un papel con cuatro líneas de despedida. Le habían puesto en la puerta, peor que a un sirviente.
Agarré todos los papeles y los eché al fuego. Estaba muy tranquilo mientras ejecutaba aquella obra que en cualesquiera otras circunstancias me habría costado algún pesar. En aquel mismo instante llegó la carta de Magdalena. Era como debía ser, cordial, tierna, delicada y sin embargo, me quedé estupefacto viendo desvanecerse una esperanza.
Palabra del Dia
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