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Fermín llegó a temer que el atleta cayese navaja en mano sobre sus compañeros. ¡Aonde ir con estos brutos! rugía Juanón. Premita Dios u el demonio que nos cojan a todos y nos ajorquen... Y a el primero, por bestia; por haber creído que servíais pa algo. El desdichado hombretón se alejó, queriendo evitar un choque con sus feroces camaradas.

El pastor se rascó la cabeza, escupió por entre los incisivos, y después de pasear su vista por los circunstantes, replicó en estos términos: Ya yo que más de cuatro, que pué que no estén muy lejos de aquí, por el aquel de hacer mal y porque hay lenguas que atarazás entre dos cantos debieran estar, han corrío por el pueblo lo de la manteca; pero, ¡premita Dios que me trague la tierra aquí mesmo de repente si en el puerto se ha hecho medio cuarterón de manteca, ni se ha bajao á Mercadal más que por el efeuto de comprar dos libras de bacalao y siete maquileros de harina!

Pero la vieja se mostró más insolente al verse protegida por el cuerpo de Salvatierra, y asomando por uno de sus hombros la boca de arpía, siguió insultando a Rafael. Premita Dios que se te muera lo que más estimes... Que veas argún día estirá y fría, como mi pobrecita Mari-Crú, a la gachí de tus quereres.

En el cortijo y en el campo, contaba a todos el origen de la enfermedad. ¡La mardita groma del señorito!... La pobresita siempre ha sido poca cosa, siempre malucha, y el susto del novillo la ha acabao de matar. ¡Premita Dios!... Y el respeto al rico, la sumisión tradicional al amo, cortaban en sus labios la gitana maldición.

¡Mardito! ¡Arrastrao! ¡Mala escopetá le peguen, señó Rafaé, en sus entrañas renegrísimas!... Se detuvo un instante en sus maldiciones, viendo que éstas servían de regocijo al aperador, y añadió con maligna intención: Premita Dió que cuando vaya su mersé a la viña de don Pablo, la gachí le resiba con cara de cuaresma. Rafael ya no reía.

Esto no es viví. ¡Premita Dió que el domingo me agarre un toro, y ya hemos concluío! ¡Pa lo que vale la vía!... Estaba algo borracho. Desesperábale el mutismo ceñudo que encontraba en su casa, y más todavía aunque él no lo confesaba a nadie aquella fuga de doña Sol sin dejar para él una palabra, un papel con cuatro líneas de despedida. Le habían puesto en la puerta, peor que a un sirviente.

La gitana escuchaba sonriendo, sin dejar de engullir ávidamente los garbanzos, pero al mentar Zarandilla su fealdad cesó de comer. Caya, cegato, mala sombra. Premita Dió que te veas toa la vida bajo tierra, como tus hermanos los topos... Si ajora soy fea, tiempos hubo en que me besaban los zapatos los marqueses. Bien lo sabes , arrastrao...