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Una vez que la estrecha quilla de nuestro bote cortó las aguas de la ensenada del Talusan, notamos que el sondaje disminuía hasta el extremo de apreciarse los más insignificantes detalles de las preciosas y variadas algas, que destilan sus viscosos jugos sobre las afiladas excrecencias que forman el bajo de Calutan.

Están concertadas las condiciones. A menos que ellos lo propongan de nuevo, las puntas irán afiladas. A usted le conviene mucho porque tira el florete... Precisamente por eso. Yo no quisiera llevar ventaja alguna a mi adversario. Peña guiñó el ojo con malicia. No sea usted tan escrupuloso, don Rosendo. usted puede ensartarlo ¡fiiit! como un pajarito, no deje de hacerlo.

Usaba para esto finísimos pinceles, y aun plumas de pajaritos afiladas con saliva; y después de bien picado el cabello sobre un cristal, iba cogiendo cada punto para ponerlo en su sitio, previamente untado de laca.

Admite, pues, y conserva perfectamente las más finas y delicadas labores, y de aquí la riqueza de obras platerescas que acabamos de enumerar y las muchas que no hemos citado, todas las cuales parecen recién hechas en sus menores tallas, sin embargo de estar á la intemperie: de aquí también aquellas afiladas aristas de las esquinas de la Casa de las Conchas; aquella tersura de sus muros, que parecen bruñidos; aquellos atletas, de tan admirable musculatura, de la Casa de la Salina; aquella férrea solidez de la Catedral Fuerte, ó sea de la Catedral vieja; aquellos primores del patio del Colegio del Arzobispo, y tantos y tantos otros prodigios de escultura y arquitectura como ve el viajero en todas partes.

A los treinta o cuarenta pasos de negrura comenzamos a ver delante de nosotros una pálida claridad. Se adivinaban a esta luz incierta las pirámides afiladas de las rocas, las estalacitas blancas del techo y, abajo, el mar, hirviendo en espumas, semejaba una aglomeración de monstruos de plata revolviéndose en un torbellino. Era realmente extraordinario.

Mientras tanto, los maestros barberos empuñaban dos largos palos rematados por hojas férreas, á modo de guadañas bien afiladas, que iban á limpiar el rostro del gigante de su dura vegetación.

En lo alto del mangle, atan un perro, cuyos ladridos bien pronto atraen al caimán; este, tan luego se halla dentro de las fuertes emanaciones de la carroña, fija en ella su voracidad, hundiéndose en el interior de su descomunal boca, las afiladas barras del anzuelo.

¿Qué hay en vuestras palabras, Dorotea, que las hace para agudas y afiladas como un puñal? Hay, que no me conocéis bien: hay vuestro recelo... ¡creéis que yo estoy ofendida de vos! Debéis estarlo. Lo estaría si os hubiéseis casado con otra mujer. Una mujer que ama no cede á ninguna su amor.

Amiga de reír y burlar, embroma a los hombres y les suelta mil pullas afiladas y punzantes, pero jamás se encarniza. ¿Qué otra cosa he de añadir? Una cordobesa es avara y otra pródiga, pero todas son generosas y caritativas. No lo digo fantaseando: he conocido lugareña cordobesa que tenía y leía estos y otros libros por el estilo. Otras leen novelas modernas de las peores. Otras no leen nada.

Este ruido de invisibles montañas que ruedan por los espacios, chocándose y redondeándose como los guijos que arrastra un río; estas lenguazas de fuego que lamen el cielo y llegan a tocar el mar con sus afiladas puntas; este cielo que se revuelca desesperado; este mar que anhela ser cielo, abandonando su lecho eterno para volar; este hálito que nos arrastra, esta confusión armoniosa, esta música, amigo, y ritmo sublime que lo llena todo, encontrando eco en nuestra alma, me extasían, me cautivan, y con fuerza irresistible me arrastran a confundirme con lo que veo... Esta alteración se repite en mi alma; esta rabia y desesperado anhelo de salir de su centro, propiedad es también de mi alma; este rumor, donde caben todos los rumores de cielo y tierra, ha tiempo que también ensordece mi alma; este delirio es mi delirio, y este afán con que vuelan nubes y olas hacia un punto a que no llegan nunca, es mi propio afán.