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Actualizado: 13 de octubre de 2025


Así que, no escusarás con el secreto tu dolor; antes, tendrás que llorar contino, si no lágrimas de los ojos, lágrimas de sangre del corazón, como las lloraba aquel simple doctor que nuestro poeta nos cuenta que hizo la prueba del vaso, que, con mejor discurso, se escusó de hacerla el prudente Reinaldos; que, puesto que aquello sea ficción poética, tiene en encerrados secretos morales dignos de ser advertidos y entendidos e imitados.

Debéis saber que cuando dos tribus están en guerra, los más valientes juran matar a los jefes enemigos, y procuran hacérselo saber. Los jefes, advertidos, hacen cuanto pueden por apoderarse de esos juramentados, y los hacen perecer quemados entre espinos resinosos. Es una antigua costumbre de estos pueblos. Y este papú es hijo de un jefe, por lo que he podido entender.

Nuestro hombre prefería acostarse a las siete, sin que le costara un céntimo, a aplaudir a M. Dumaine por medio franco. Tal era, en lo moral y en lo físico, el hombre a quien M. Bernier llamó, en la calle de Beaune, para que cediese un buen trozo de su piel a M. L'Ambert. Advertidos los criados, hiciéronle pasar en seguida.

Los capitanes poco advertidos del engaño, fácilmente se dejaron persuadir, y solicitados de los soldados que casi amotinados pedian sus pagas, tomaron el dinero, y le trajeron á Galípoli, donde se tomó muestra, y repartió con quejas y sentimientos; pero al fin con solo el nombre de que los pagaban, aunque conocieron la falta, se sosegaron.

Andronico de los muros miraba como se ardian las casas, y creyendo que todo nuestro campo era el que tenía delante, no quiso que saliese gente, antes la puso en guarda y seguridad de Constantinopla, repartida por sus muros esperando que nuestras espadas se habian de emplear aquel dia en su última ruina: recelos fueron estos de Andronico bien fundados y advertidos; porque el pueblo lleno de pavor, acostumbrado al ocio, no trataba de tomar las armas para su propia defensa.

También se quedaron Chisco y Pito Salces con otros dos mozones de mi confianza, bien advertidos por de muchos cuidados, particularmente el de la vigilancia, no si porque me salió espontáneamente de adentro la ocurrencia, o porque me la inspiró una mirada elocuentísima de la mujer gris, al ver cómo iba a quedarse la casona, sin nosotros, indefensa y punto menos que vacía.

Ambas cosas eran probables. Aquellos espantosos anfibios, advertidos de la presencia de una buena presa, llegaban por todas partes rodeando la chalupa. A la luz de los astros se veían sus enormes mandíbulas erizadas de largos dientes, que se entrechocaban con un ruido semejante al que produce un cajón al caer sobre cubierta. Daban terribles coletazos en el agua que producían verdadero oleaje.

Todos se pusieron al momento en pie, y hubo unos cuantos que se apresuraron a acercarse a las chalupas, que estaban atadas en la playa. El Capitán y Cornelio, que dormían en una tienda, mientras Hans y Van-Horn se habían quedado en el junco, fueron bien pronto advertidos del hecho. ¿Se tratará de una señal? preguntó el joven.

La cuarta: cuando el Colegio fuese renovado de estos padres, todo el patrimonio de Cristo estaria en sus manos, y como el hidrópico mientras mas bebe tanto es mayor su sed, así estos creciendo en su codicia con la grandeza, serian ocasion de mil alborotos; y porque no hay cosa mas sujeta á mudanza que los estados, procuran estos padres con todas sus fuerzas y artificios alterar las cosas mas que nunca para poder mejor por este camino introducir la forma de su dominio; entre tanto van ahora buscando y procurando reducir á su religion á algun primogénito de algun principe, que les haga donacion de su estado; y hubieran ya conseguido este su intento, si algunos habiéndoles entendido su pensamiento y traza, no se les hubieran opuesto; pero en el caso de arriba, sin dificultad se señorearian del estado eclesiástico; y como son sagaces y advertidos intentarian mil pretensiones para ensancharse, y no les faltarian medios para conseguir sus intentos, y cuando de esto no se siguiera otra cosa que los medios y sospechas en que vivieran los príncipes, y particularmente los mas vecinos, no seria inconveniente de poca consideracion.

Ni hay que dudar, que el tono de la voz, el ayre del semblante, la risa natural, el trato amable, y á veces las lagrimillas de las mugeres, son un dulce veneno que ocasiona mil estragos en los poco advertidos, que no conocen que aquellas cosas en mismas son de muy poco valor, y solo son estimables quando van acompañadas de la virtud y de la razon.

Palabra del Dia

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