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Actualizado: 24 de julio de 2025


Llevad, llevad ¡oh flores! amor a mis amores paz a mi país y a su fecunda tierra, a sus hombres, virtud a sus mujeres, salud a dulces seres que el paternal sagrado hogar encierra... Cuando toquéis la playa, el beso que os imprimo depositadlo en alas de la brisa, porque con ella vaya, y bese cuando adoro, amo y estimo.

Hizo una pausa antes de reanudar su relato donde lo había abandonado. Digo que nos encontramos al anochecer en la taberna. Luego, como á las nueve, salimos, y sin saber por qué, me detuve en la puerta de un cinema, sintiendo deseos de entrar. Me atrajo un cartel con una alsaciana muy hermosa defendiéndose de un alemán feroz. Yo adoro esta clase de historias. Soy muy patriota.

Adoro vuestros labios, donde el sol de mi tierra ha dejado sus besos de sátiro oriental, porque son el santuario de bellezas que encierra el glorioso prestigio del solar de Rizal. Ojos negros, refugio de hechizos y embelesos, dolientes, langorosos, plenos de soñación como noches sin luna; pero con rojos besos que vierten en el alma perfumes de ilusión.

Demasiado sabes que te adoro...; pero no voy a inventar cosas graves por capricho. Bueno, cállatelo; luego dirás que me quieres. Don Juan puso cara de gran pesadumbre, lo más triste que pudo, y dejó caer la cabeza sobre el pecho.

26 El varón entonces se inclinó, y adoró al SE

Con un movimiento inesperado, Isidora la detuvo, y postrándose ante ella, exclamó con viva explosión de sentimientos nobles: «Señora, usted me echa de su casa, cuando yo esperaba que me recibiría usted con los brazos abiertos... Usted me aborrece porque no cree en mi derecho, y yo la adoro porque creo en él.

Para ella siguió diciendo su amigo , todos los hombres deben trabajar en algo, producir, ser héroes. A su pobre marido, dulce como un cordero enfermo, lo adoró porque pintaba unos cuadros paliduchos y había conseguido modestas recompensas en varias Exposiciones.

que un dios no sea cruel. Pues, ¿quién ordena el terrible dolor que adoro y siento? Si digo que sois vos, Fili, no acierto; que tanto mal en tanto bien no cabe, ni me viene del cielo esta rüina. Presto habré de morir, que es lo más cierto; que al mal de quien la causa no se sabe milagro es acertar la medicina.

Del crepúsculo á la luz En la tumba funeraria, Al pié de cristiana cruz, Levantaré la plegaria Que hizo en el clavo Jesus. Yo quisiera con mi lloro Este sepulcro regar, Poeta que tanto adoro, Sin que de tu sueño de oro Te pudiese despertar. La muerte es sueño profundo Descanso del viajador: Cuando yace moribundo, Durmiéndose en este mundo Despierta en otro mejor.

Y antes de que pudiera impedirlo, Huberto le tomó la mano y la llevó a sus labios balbuceando en un soplo: ¡La adoro! Aquella noche María Teresa tardó mucho en dormirse. Le parecía oír aún la voz conmovida de Huberto y las frases que había pronunciado. ¿Era, pues, verdad? ¿La amaba, ponía en ella sus secretas esperanzas?

Palabra del Dia

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