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Actualizado: 7 de junio de 2025
Si por desgracia se informasen de nuestros proyectos, tomarían sus precauciones y ¡adiós!, écheles usted un galgo... Bastaría que Lea Peralli desapareciese, para que todo viniese por tierra. Y yo supongo que el tunante que ha puesto el lazo en que cayó Jacobo de Freneuse, sería muy capaz de deshacerse de ella si lo creía necesario.
La energía de su hermano le había desconcertado por completo: Pepe era más hombre de lo que él imaginó. A la mañana siguiente doña Manuela, antes de ir a la compra, según costumbre, fue a dar un beso a Pepe, mientras éste acababa de vestirse para marchar a su trabajo. Voy a la compra; adiós, hijo. Y a misa, ¿verdad, mamá? Ella, sonriéndole cariñosamente, se limitó a decir: ¿Qué mal hay en ello?
Les dieron de golpes al arrebatarles aquellas mochilas que representaban la vida para sus hijos; y hasta les amenazaron con un tiro en vista de su reincidencia. Más que las amenazas les intimidó la pérdida de sus cargas. ¡Adiós los ahorros! Los tres fracasos les dejaban más pobres que antes de comenzar el contrabando, con deudas que les parecían enormes.
Para fijar el día, tuvo que pensarlo porque no quería dar cuenta a doña Lupe de tal visita, temerosa de que metiera en ella su cucharada, y discurrió que era preciso escoger un día en que la de los pavos fuera al Monte de Piedad. «El viernes... ¿le parece a usted bien?, de diez a once de la mañana». Perfectamente... Adiós, hija, conservarse. Que la espero a usted. Que no me dé un plantón.
Se reduce a arrostrar en todas nuestras acciones la publicidad, a vivir ante los otros, más para ellos que para uno mismo. El calavera es un hombre público cuyos actos todos pasan por el tamiz de la opinión, saliendo de él más depurados. Es un espectáculo cuyo telón está siempre descorrido; quítensele los espectadores, y adiós teatro. Sabido es que con mucha aprensión no hay teatro.
Miguel hizo una mueca risueña a su hermana, le dijo adiós con la mano y se dirigió con paso firme a la sala, precedido de la criada, quien al llegar a la puerta levantó la cortina y le dejó el paso. La brigadiera Ángela, que estaba sentada en una butaca, se levantó al ver a Miguel, pero no avanzó a su encuentro.
Puesto que has de saberlo, más vale que sea cuanto antes... Tu padre ya ha fallecido... Vaya, resignación... y queda con Dios. Te ha mejorado en tercio y quinto. Adiós. De este modo dulce y consolador recibió Miguel la noticia de la muerte de su padre.
Ya te avisará Robustiana... Linón te habrá puesto jamugas en el caballo, ¿verdad?... ¿No?... Bien, bien, ya sé que montas perfectamente, pero ten cuidado, hija, no vayas á caerte. Que te acompañe Manolete de espolista para traer luego el caballo... Adiós, hija, adiós... No te des atracones de avellanas; ya sabes que te hacen daño...
Sonó en ese instante la campana de partida; se oyó en toda dirección despedidas en voz alta; la máquina contestó: ¡lista! con su ronco silbato y en seguida resoplaron los cilindros y las bielas iniciaron el movimiento propulsor de las ruedas y el tren, pesado y largo, empezó su suave deslizamiento... ¡Adiós, adiós, Rufino! exclamaron los viajeros asomados a las ventanillas del coche. ¡Adiós!
En novelas, en poesía sólo, se ve, por ejemplo, a un señor que ve pasar por la calle a una dama, y pataplum..., de repente..., cátale muerto de amor por ella. Ella también le mira..., y adiós reposo y juicio; sin saber si es un tunante o un hombre de bien, un tonto o un sabio, un rico o un pobre, ya la tenemos enamorada.
Palabra del Dia
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