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Actualizado: 7 de julio de 2025


Espíritu prócer, sensible al poético encanto, que a veces es ritmo y a veces es flor, de tu canto aun queda el recuerdo sonoro en el aire natal; aun vibra y contagia el patriótico ardor de tus versos, y muestra tu limpia versión el claror de los tersos diamantes que enjoyan el "Ultimo adiós" de Rizal. No fué tu exclusiva misión la del canto apolíneo.

Te traeré una cabeza de corzo para porta-bastón.... Pero, oye; mira que.... Perico estaba ya en el portal. Miranda le llamó por la ventana; pero él se volvió risueño, le dijo adiós con la mano y echó a correr hacia la estación. Y he aquí cómo de dos egoísmos venció el más osado, ya que no el más fuerte y grande.

Mi primer movimiento fué de contrariedad, casi de cólera. ¡Tendría que decir adiós á mi juventud, modificar mi vida por este intruso!... Pero algo había en mi interior que me impidió tomar una resolución cruel: enviarlo otra vez al extranjero ó hacerlo entrar en un colegio de París.

Al despertar y serenarse, un gesto suyo de resignación, un adiós humilde, habían dado a entender a Fernando que no se hacía ilusiones acerca del porvenir. Todo estaba concluido. Y cuanto él i dijese por restablecer el pasado sería piadosa mentira, falsedad galante para enmascarar su decepción.

Mamá le deja ya entrar en casa. Está el pobre muchacho que bebe los vientos. ¿Y el tuyo? Este Junio acaba. Hija, lo mismo decías hace un año. ¡La carrera que tenga ese!... Pues a me gusta. ¡Está más cariñoso! Chica, con esos trajes de rayas parecen zebras. Adiós, que se va mamá con las de Zangolotino! Abur, remononísima.

Volvió la espalda al grupo: se alejó. ¡Adiós, amor! ¡Adiós, felicidad!... Marchaba ahora con paso firme; un milagro acababa de realizarse en su interior: había encontrado su camino. ¡A París!... Una ilusión nueva iba á poblar el inmenso vacío de su existencia sin objeto. La invasión Huía don Marcelo para refugiarse en su castillo, cuando encontró al alcalde de Villeblanche.

En cuanto el joven Corneta, dando pruebas de buen gusto, se acercó a ella y le hizo el honor de dirigirle algunas palabras galantes, ¡adiós Grass! ¡adiós Godofredo también! Aquellos lindos ojos maliciosos ya no tuvieron miradas sino para Corneta; aquella fresca boca movible sólo para él formó sonrisas. Timoteo observó esto con mezcla de dolor y satisfacción.

Pero me queda el placer de que hombres como usted me hayan amado. No decirle adiós. Sírvame como si nunca más debiera volverme a ver». Y esos cubanos respondieron mandándole lo que él les pedía. ¡Y cómo no! ¿Se podía negar, se podía decir que no, a quien pedía de ese modo, resplandeciente de limpieza y de angustia?

Desde entonces los placeres mundanos de los recién casados sufrieron merma considerable, quedaron reducidos casi exclusivamente a los paseos vespertinos y nocturnos. Adiós teatros, adiós regalos y caprichos. Doña Carolina se apoderaba de la paga íntegra, y a duras penas soltaba de ella una parte insignificante.

Podía ir comprando papel a medida que le fueran remitiendo fondos; pero ¿y si se cubría el empréstito el primer día? ¡Adiós título nobiliario entonces!... No le quedaba otro remedio que hacer dinero a todo trance; y lo más sencillo le pareció girar a cargo de su casa las cantidades, y a las fechas marcadas por su apoderado, y negociar las letras en la Bolsa. Y así lo hizo.

Palabra del Dia

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