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Actualizado: 7 de junio de 2025


El conserje y su familia parecieron decirle ¡adiós! con los ojos. Tal vez le llevaban á la muerte... Mas allá de las arboledas del castillo fué surgiendo un mundo nuevo. El corto trayecto hasta Villeblanche representó para él un salto de millones de leguas, la caída en un planeta rojo, donde hombres y cosas tenían la pátina del humo y el resplandor del incendio.

De pronto, cuatro pipas encendidas como hogueras, aparecen seguidas de sus propietarios. Hablan todos a la vez: cueros, lanas, géneros o aceites... El encanto está roto; en vano la luna los baña cariñosa, los envuelve en su encaje, como pidiéndoles decoro ante la simple majestad de su belleza. Hay que dar un adiós al fantaseo solitario e ir a hundirse en la infame prisión del camarote...

Adiós, para siempre. La ilusión de varios años desaparecería sin dejar rastro. Más vale así dijo el doctor. : mejor es que haya huido. Sánchez Morueta se avergonzaba al pensar en su cobardía de la segunda noche. Se tenía miedo á mismo.

Cuando se dieron la mano para despedirse, notó Juana en su mirada una singular expresión de inquietud y desconfianza. Apuesto dijo la joven sonriendose que adivino vuestro pensamiento. Veamos. Os preguntáis si no voy yo a decir a mi turno como aquella dama: «¡Adiós, imbécilEs cierto... y en verdad que tendríais razón para hacerlo, pero somos un par de locos.

En su condición de alieni juris hubo de sufrir la acción directa y constante de su dueño y señor, y sujetarse en un todo a su omnímoda voluntad. ¡Adiós cenas opíparas con mariscos y vino de Rueda en el café de la Marina! ¡Adiós caza de la liebre con Fermo el carnicero y Marcelino el tallista! ¡Adiós noches seductoras de tresillo! ¡Tardes de paz y de dicha en el lagar de Sebastián de la Puente, adiós!

¡Felicidad! exclamó ella con acento melodramático, oportuna reminiscencia de su carrera artística ¡Felicidad!... Juan, no me hagas ser mala... ¡No quiero!... Adiós. ¡Jamás volveremos a vernos! En seguida hizo a la niñera una seña, salió ésta con el chico, le arroparon, pusiéronse la moza su mantón, la señora su linda chaquetilla, y salieron del palco.

Al ver que los dos amorosos, terminando su almuerzo á toda prisa, se levantaban con ruborosa precipitación, como si les pinchase un repentino deseo, su mirada fué tierna y fraternal... ¡Adiós, compañeros! La voz de la viuda le trajo á la realidad. Ulises, hábleme de amor... Aún no me ha dicho en todo el día que me ama.

Hoy tengo otras cosas que hacer para que mi juego resulte completo... En cuanto vuelvan los compañeros nos decimos adiós. Vosotros seguís viaje con la vaquillona, yo me vuelvo á mi rancho, y hasta mañana si Dios quiere.

Un adiós bastante indiferente me recordó que aquel día había hecho un favor, y que el tal favor ya había pasado. Acaso había sido yo tan necio como loco mi sobrino. No era mucho decía yo, que un joven los pidiera; ¡pero que los diera un viejo!

El canal del «Dique». Las ciénagas; la salida al mar. Cartagena; su bahía; sus arrabales. Adios á la patria. El mar por primera vez.

Palabra del Dia

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