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Pero Visita era tambor de marina, como decían ella y la Marquesa; de otro modo, que nadie se la pegaba; conoció la turbación de Ana, y con gran júbilo, confirmó para sus adentros la teoría del pulvisés o sea de la ceniza universal. «Ana tenía celos; luego, tenía amor; no hay humo sin fuego».

Nace bien esta beldad extraordinaria, con el genio a sus plantas». Dos amigas están sentadas a la sombra de la magnolia, nuestra antigua conocida. En un sillón está sentada Lucía. Otras sillas de mimbre esperan a sus dueñas, que andan preparando dulces por los adentros de la casa, o con Ana, que no está bien hoy. Está muy pálida.

¡Un simple resfriado! ¡Y yo que me creía poseedor de una enfermedad importante!... Profundamente avergonzado, yo he cogido entonces mi sombrero y me he lanzado a la calle, sumido en amargas reflexiones. El fracaso es evidente decía yo para mis adentros . ¿Con qué cara me presento ahora ante los amigos?

Además, me disgustaba que supieras lo que hacía... ¿Qué habrías pensado de tu madrina si ésta te hubiera escrito: «Estoy empleada en casa de la señora Boel, una amable mujer que recibe desde las ocho de la noche hasta las tres de la madrugada a los caballeros que buscan un alma hermana metidita en carnes...?» Habrías dicho para tus adentros: «¡Es una perdida...!» Y no me hubieras contestado más.

Clementina pensaba: "¡Yo sufro el yugo; no hay que decirlo: estoy vencida y él triunfa!" Roussel decía para sus adentros: "Hemos obtenido una victoria como la de Pirro: ¡otra como esta y estamos perdidos! ¿Quién se encargará de atar corto á esta loca cuando haya vuelto á sus veleidades belicosas?

Pero pudo muy bien Nieves, mirando el hecho desde su punto de vista de mujer, o de niña mimada, decir para sus adentros: «¡qué grosero!...» o «¡qué pan frío!» Y esto es lo que me duele, por si lo ha pensado ella y por no merecerlo yo en buena justicia, y lo que me ha ido molestando toda la tarde en la cabeza, con el propósito, además, de volver por el clavelillo este en cuanto pudiera, y el temor de no hallarle cuando le buscara. ¡Carape, si me ha preocupado todo ello junto!

Lo que en el mundo corre con nombre de buenas fortunas, y no son, por lo común, de una parte o de otra, más que odiosas vilezas, habían salido, una que otra vez, al camino de aquel joven rico a cuyo rostro venía, de los adentros del alma, la irresistible belleza de un noble espíritu.

Frecuentemente recelaba Juanita que se le iba a acabar la paciencia, y allá en sus adentros decía: «Peor está que estaba.» A fin de que se comprenda el fundamento que tenía Juanita para decir «que estaba peor», pondré aquí uno de los discursos que doña Inés, con frecuencia, le dirigía: Hija mía exclamaba , hay en las condiciones y circunstancias que han de influir en tu destino cierta contradicción que puede ser causa de mil desventuras.

Enrejada era también la puerta, por la cual se veía un patio con pavimento de azulejos y columnas de mármol, donde había grandes macetas con flores y plantas. «¡Qué árabevolví a exclamar para mis adentros, mientras buscaba por todas partes el llamador. Di por fin con un cordelito, tiré de él y sonó la campanilla.

Y la acariciaba, y le decía dulcemente como a una señorita: Ven acá, alhaja, tesoro, mi perla fina... Y el bueno del Papa, enternecido, decía para sus adentros: ¡Qué guapo mozo!... ¡Qué cariñoso está con mi mula! ¿Y saben ustedes lo que ocurrió al siguiente día?