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Actualizado: 1 de mayo de 2025


También estaba yo, aunque plebeya, considerada como muy elegante. ¿Qué hubiera sido del crédito de las de Pinto si llegan a entrar en la sala aquellos salvajes, tuteándolas y abrazándolas como a primas? Por fortuna ellas acudieron a tiempo de evitar la catástrofe. Los Pintos exóticos fueron introducidos y enchiquerados en un salón vacío. ¡Pero cuánto sobresalto, cuánta angustia, divinos cielos!

En esto, se oyó un gran ruido en el despacho, acudieron todos los que en la casa estaban y hallaron desplomado, junto al sofá, a don Aquiles, con los ojos torcidos y la boca contraída, barbotando palabras sin sentido.

Huyeron los gauchos, perseguidos por los obreros del dique, y acudieron las mujeres, lo mismo las danzarinas del establecimiento que las pertenecientes á las familias del pueblo, para rodear á los dos heridos y levantarlos. González, que protestaba á gritos, sin que nadie le escuchase, hizo un gesto de alegría al reconocer á Robledo, como si éste pudiera arreglarlo todo.

A los gritos que , acudieron mis compañeros de viage, y lograron con muchísimo trabajo quitarme de encima al furioso animal. Bañado en sangre y sin medicamentos para curar mis heridas, mi estado no dejaba de ser peligroso. Entretanto, continuamente espuesto al calor del dia ó á la nociva humedad de la noche, la fiebre se apoderó bien pronto de .

Las noticias que vamos dando se hallan en una carta que un vecino de Córdoba, relacionado al parecer con las primeras notabilidades de la corte que allí acudieron, escribe á un personage, refiriéndole la entrada del rey en la ciudad.

Sancho, que se vio acometer tan de improviso y oyó los vituperios que le decían, con la una mano asió de la albarda, y con la otra dio un mojicón al barbero que le bañó los dientes en sangre; pero no por esto dejó el barbero la presa que tenía hecha en el albarda; antes, alzó la voz de tal manera que todos los de la venta acudieron al ruido y pendencia, y decía: ¡Aquí del rey y de la justicia, que, sobre cobrar mi hacienda, me quiere matar este ladrón salteador de caminos!

¡Ah, el Sr. Reyes!... ¡Reyes herido!... ¡Una desgracia!... Antes que él pudiera desmentir la noticia, había llegado al cuarto de Mochi y al de la Gorgheggi. Ambos acudieron a todo correr, asustados.

Todos acudieron a ella. La niña, que continuaba sentada sobre las rodillas de Ricardo, se había ido poniendo pálida sin que nadie se hiciese cargo. Cuando don Mariano se fijó en ella, casualmente, estaba blanca como el papel. ¿Qué te pasa, hija mía? ¿Qué tienes, Martita? Me siento un poco mal. Dadme un vaso de agua. María corrió por ella.

Todos acudieron al pobre cura de F..., que yacía herido en el suelo. La lluvia de bofetadas que caía sobre las mejillas de Moreno cesó como por ensalmo. Hízose el silencio y vino el arrepentimiento. El ama lloraba y pedía perdón. El presbítero gordo también se recriminaba duramente como causante indirecto de aquella desgracia. El párroco dictaba disposiciones para curar la herida de su colega.

Luz, al principio sonrió despreciativamente, pero al sentir las manos callosas sobre el pecho, dio voces, lanzó gritos de angustia; y en su auxilio acudieron tres hombres.

Palabra del Dia

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