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Actualizado: 28 de mayo de 2025


No ser nadie en presencia de su mujer, no encontrar allí aquel refugio a que periódicamente estaba acostumbrado, le ponía de malísimo talante.

Buscaba una elegancia personal; quería ser un señor distinguido, pero que denuncia en su modo de llevar la ropa á un hombre acostumbrado al uniforme: algo así como el aire de un mariscal napoleónico obligado á vestir el frac. Su cabeza fué objeto igualmente de grandes retoques.

El español había creído percibir, desde la entrada de su amigo, cierto olor de ginebra. Indudablemente él y Moreno habían tomado algunas copas de este licor antes de emprender su regreso. Tal vez esto era el motivo de su excitación, por no estar acostumbrado á las bebidas alcohólicas. Watson, que había terminado de cenar, se fijó en la tenacidad con que le miraba Torrebianca.

El general Mendieta se ha revelado á mis ojos como un militar de relevantes dotes, y al mismo tiempo como un valeroso capitán, acostumbrado á mirar con desprecio la muerte; los oficiales á sus órdenes han estado admirables, y de los soldados todo cuanto yo pudiera decir resultaría pálido.

Dia 5. Al amanecer, segun lo acostumbrado, se tocó la generala y se marchó al mismo rumbo, poco mas ó menos, hasta parar en el parage de las Saladas, distante 6 leguas del antecedente, donde llegaron ya 415 carretas: y en dicha parada se encuentra muy poca agua dulce para la gente. Dia 6.

Mientras la niña se paseaba solitariamente, otro sér había sido admitido en la esfera de los sentimientos de la madre, modificando de tal modo el aspecto de las cosas, que Perla, al regresar de su paseo, no pudo hallar su acostumbrado puesto y apenas reconoció á su madre. Una singular idea se ha apoderado de , dijo el enfermizo ministro.

El señor Fermín había traído de Jerez un médico, gran amigo de Salvatierra, un compañero de la época heroica, acostumbrado a esta clase de lances.

Habitaba una gran casa, y observé en las habitaciones excesivo lujo, sobre todo para lo que estaba acostumbrado a ver en mi tierra en casa de los clérigos. Me declaró con franqueza que la prebenda se la debía a mi tío.

Bien podrá ser que sea militar contestó fray Gabriel, el cual, excepto en puntos de medicina y de horticultura, estaba acostumbrado a mirar a la tía María como a un oráculo, y a no tener otra opinión que la suya, lo mismo que había hecho con el prior de su convento. Así que casi maquinalmente, repetía siempre lo que la buena anciana decía.

Habíase acostumbrado a respetar, en virtud de un sentimentalismo contagioso, al Dios crucificado; sabía que aquello debía besarse; sabía además algunas oraciones aprendidas de rutina; sabía que todo aquello que no se poseía debía pedirse a Dios; pero nada más. El horrible abandono en que había estado su inteligencia hasta el tiempo de su amistad con el señorito de Penáguilas era causa de esto.

Palabra del Dia

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