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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Al fin se acostó sobre una de sus aletas, desapareciendo entre los círculos concéntricos que había abierto en el agua. Como Gillespie no veía otros enemigos aéreos, saltó dentro de su bote, lo que produjo en el puerto una enorme ondulación que hizo danzar sobre sus amarras á todos los buques de los pigmeos.
Con el ajetreo que traía aquellos días, en los cuales hizo dos visitas a doña Lupe, celebró muchas conferencias con Juan Pablo y otra muy sustanciosa con Nicolás Rubín, que andaba desalado detrás de una canonjía, tuvo el buen señor una recaída en su enfermedad. Una tarde de fines de Marzo se sintió tan mal, que hubo de retirarse a su casa y se acostó.
No tengais cuidado, mis queridos lectores. Mi curiosidad, mi impaciencia por esa pobre desconocida, es una impaciencia afectuosa y cristiana. Mi mujer leyó un rato, y se acostó. Yo escribo hasta las tres de la mañana, aunque no quiero terminar, con perdon de mis párpados que se cierran, sin dar cuenta al lector de un chiste agudísimo que oí en el figon, á uno de los menestrales que allí comian.
Pepe entró en su casa de puntillas, abrió despacito, por no despertar a los que dormían, encendió la vela que a prevención dejaba Leocadia en una palomilla del pasillo, se entró a su cuarto y se acostó, pensando en los sucesos e ideas que le interesaban, en aquel recelo que le inspiraba su hermano, en el cariño que tenía a sus padres y en las complicaciones que temía.
Antes de las doce, todo estaba en silencio, y los papás se retiraron a su habitación, después de encargar a Jacinta que estuviese muy a la mira para que el Delfín no se desabrigara. Este parecía dormido profundamente, y su esposa se acostó sin sueño, con el ánimo más dispuesto a la centinela que al descanso.
¡En mi casa! gemía con expresión de asombro . ¡En el cortijo!... ¡Y eya se acostó en mi cama!... Yo lo sabía too, y cayaba, ¡cayaba!... ¡Pero esto! ¡Josú! ¡Esto, que no hay en toa Seviya un hombre que se atreva a tanto!... El Nacional intervino bondadosamente. Calma, señora Carmen. ¡Si aquello no tenía importancia!
A la fingida visión que así gozaban los ojos, sucedía luego la ilusión de voces y palabras confusamente recordadas: promesas, juramentos, ternezas; todo el interminable repertorio de frases deliciosas que el diablo inspira a los que van a pecar, están pecando o acaban de pecar. Casi de madrugada se acostó con un periódico en la mano, según su costumbre.
Siguiendo la costumbre establecida, se le dijo que se pondría lo que él quisiera, para lo cual dejó sobre la mesa todo su discurso, tal como se le había corregido Arturo cuando aún era su amigo. Del mal, el menos. Aquella noche se acostó temprano y no durmió; pero, en cambio, sudó copiosamente.
La Valcárcel acabó de subir sola, agarrada al pasamanos, y sujetando el vientre, como si temiera parir en la escalera. Se acostó, e hizo venir a D. Basilio. Exigió un reconocimiento, del cual resultó que no había novedad y que el tremendo trance de Lucina llegaría por sus pasos contados, o no contados en aquella ocasión, a su debido tiempo.
El alcaide le trató con respeto y amabilidad, sabiendo, como los guardias, que el detenido no era ningún criminal. Como estaba rendido de la noche precedente y de las emociones del día, se acostó vestido sobre el catre que le dieron, y durmió unas cuantas horas profundamente. Por la mañana muy temprano ya estaba allí su tío, que había salido de Riofrío antes del amanecer.
Palabra del Dia
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