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Actualizado: 2 de junio de 2025


Cuando algún hombre halagaba su oído con ternezas o la pedía esperanzas, ella, involuntariamente, se acordaba de tantas infelices mal casadas y parejas desavenidas, de los hogares que parecían fondas, donde marido y mujer acusaban indiferencia, desvío, cuando no repugnancia. El amor propio no la dejó renegar de su hermosura; pero su instinto la señaló un peligro en su riqueza.

Muchos y vastos proyectos de libros y dramas germinaban en la mente del joven autor de Engaños y Desengaños. Escribía poco, sin embargo, aunque meditaba mucho. Alguna vez se acordaba de su drama entregado al teatro Español hacía más de un año y entonces se ponía de mal humor.

Y los he pasado ansí, si en mi cuenta no me yerro: tres años en la frontera, dos como gaucho matrero, y cinco allá entre los indios hacen los diez como yo cuento. Me dijo, a más, ese amigo que anduviera sin recelo, que todo estaba tranquilo, que no perseguía el gobierno, que ya naides se acordaba de la muerte del moreno, aunque si yo lo maté mucha culpa tuvo el negro.

Las niñas hablaban entre , haciéndose preguntas sobre sus trajes o lo que habían hecho durante el día anterior, y nadie se acordaba del matrimonio Cuadros, que permanecía en el sofá como clavado, mirándose los pies y sin saber cómo salir de allí, por no molestar a los que hablaban. Amparo era la única que de vez en cuando volvía la cabeza para sonreírles. Por fin, se fueron.

Abajo me acordaba de los argonautas españoles que en estos mares vendían los calzones por un vaso de agua tibia... ¡Y nosotros que bebemos fresco a todas horas!... Venga más hacia aquí, Ojeda; yo necesito calor y huyo de la sombra. Le molestaba un bote de la última cubierta suspendido sobre sus cabezas, que repelía el sol o le dejaba paso, siguiendo el lento vaivén del buque.

Apenas si se acordaba del pobre Morrut, y sintió el orgullo del propietario cuando en el puente y en el camino volviéronse algunos de la huerta á examinar el blanco caballejo. Su mayor satisfacción fué al pasar frente á la casa de Copa.

Nadie respetaba ni se acordaba siquiera de la majestad que estaba a su lado: se proferían los dicterios más soeces. Pero el presidente, aunque estuviese arrepentido, y debía de estarlo, a juzgar por la confusión que se reflejaba en su semblante, ya no podía revocar la orden; su dignidad se lo impedía.

Pasaron cuatro días; ya no me acordaba de aquella niña, o si me acordaba era de un modo vago, como la memoria de los días risueños de la juventud. Tenía casi ultimados mis negocios y andaba preocupado con la elección del día para marcharme. Será cosa, a más tardar, del viernes o el sábado, me dije después de comer, encendiendo un cigarro y echándome a la calle.

¡Qué palabrotas dice!... ¡Ramón se ha reído más...! No sabes la gracia que le hace su lengua de arriero. Anoche nos dio malos ratos, porque llamaba a su Pae Pepe y se acordaba de la pocilga en que ha vivido... ¡Pobrecito! Esta mañana se me orinó en la sala.

Luego, una vecina le cogió en sus brazos, sin contestar a las preguntas que la hacía él con infantil balbuceo. «¡Hijo mío! ¡pobrecitoera lo único que sabía decir aquella mujer: se acordaba bien.

Palabra del Dia

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