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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Y, en tanto que él iba de aquella manera menudeando tragos, no se le acordaba de ninguna promesa que su amo le hubiese hecho, ni tenía por ningún trabajo, sino por mucho descanso, andar buscando las aventuras, por peligrosas que fuesen.

La audacia no abandonó a la niña, la audacia de la mujer enamorada. ¡Ay, perdóneme usted, León! Cuando se lo concedí a usted no me acordaba que ya lo tenía comprometido con Pepe respondió en un tono que podía envidiar la más consumada actriz. El conde se retiró diciendo algunas palabras de cortesía, que no pudieron ocultar su mal humor.

La calumnia con que el aya había querido manchar para siempre la pureza virginal de Anita se fue desvaneciendo; el mundo se olvidó de semejante absurdo, y cuando la niña llegó a los catorce años ya nadie se acordaba de la grosera y cruel impostura, a no ser el aya, su hombre, que seguía esperando, y las tías de Vetusta. Pero se acordaba y mucho Ana misma.

Las carcajadas del público enardecían a los borrachos, les hacían sonreír con orgullo, y los dos redoblaban sus saltos y contorsiones. Corrían en torno del gran montón de brasas, saltaban por todos los lados, y en el furor del movimiento que les dominaba, ninguno de los dos se acordaba del otro. ¡Ahora iba lo bueno!

Permanecían en silencio, con la calma de las construcciones que desafían a los siglos; pero Ojeda, viéndolas, se acordaba de ciertas personas que aun estando calladas inspiran la certeza, no se sabe por qué, de que tienen buena voz y aman el canto.

No hay libro mas precioso que el del viaje, que es, por decirlo así, una geografía práctica: pero no es ménos cierto, reanudando mi truncado pensamiento, que hay ideas generales que puede uno formar sobre otros paises sin haber salido del suyo, y esas son precisamente las que yo he confirmado con mis viajes. Siempre mi predileccion al pasar revista á las naciones se la acordaba á la Alemania.

Y obedeciendo a una fuerza superior que nacía no se sabe en qué parte de su turbado ser, el tembloroso anciano marchó hacia la puerta. ¿Iba en busca de la milagrosa copita?... De pronto se detuvo, diose una manotada en la frente, se echó a reír, y mirando a Isidora con gozo, dijo: «¡Maldita memoria mía! Ya no me acordaba... ¿De qué? Tranquilízate, José.

Cuantos así la vieron la elogiaron achuladamente: sólo él tuvo valor para decir que todo aquello, por flamenco y grosero, desdecía de su tipo elegante y fino. ¡De cuántas cosas parecidas se acordaba! Ansiosa de saber si Juan había llegado a Madrid, fue a los teatros en días de estreno, al primer turno del Real, y nada.

Pasaron cuatro días; ya no me acordaba de aquella niña, o si me acordaba era de un modo vago, como la memoria de los días risueños de la juventud. Tenía casi ultimados mis negocios y andaba preocupado con la elección del día para marcharme. Será cosa, a más tardar, del viernes o el sábado, me dije después de comer, encendiendo un cigarro y echándome a la calle.

El viviendo al lado de la enfermera, aprovechándose de la ignorancia del ciego para inferirle todos los días con sus amores un nuevo insulto, ¡ah, no! Era una villanía. Se acordaba ahora con vergüenza de la malignidad con que había mirado poco antes á esta hombre desgraciado y bueno. Se reconocía sin fuerzas para luchar con él.

Palabra del Dia

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