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Pues bien: tome además este otro duro para que se acomode esta noche... Váyase mañana por casa, que allí encontrará su ropa... Señora Juliana, Dios se lo pague. En ninguna parte estará usted mejor que en la Misericordia, y si quiere, yo misma le hablaré a D. Romualdo, si a usted le da vergüenza.

865 Ansí me encontre de nuevo sin saber dónde meterme, y ya pensaba volverme cuando, por fortuna mía, me salieron unas tías que quisieron recogerme. 866 Con aquella parentela, para desconocida, me acomodé ya en seguida, y eran muy buenas señoras; pero las más rezadoras que he visto en toda mi vida.

Es decir, que me cruce de brazos y vuelvan a vivir lo mismo que antes, como judíos. No entremos en apreciaciones: ¿a qué reñir? puedes hacer lo que te acomode: déjalas a ellas que vivan como han vivido siempre; yo me encargo de encarrilarlas otra vez y de que esta casa sea lo que fue. Desbaratando lo poco que llevo hecho.

Me acomodé en el más próximo, pero me obligó a correrme hasta el último, sin duda para que los que viniesen después no encontrasen dificultad al pasar. Después se fue dándome los buenos días, acercose a un cordel que pendía del techo, y comenzó a tirar de él con fuerza. Una campana sonó con tañido dulce y prolongado.

Tenía un coche sin caballos a la puerta. Díjeles que aquella era y que allí estaba ella y el coche y dueño para servirlas. Nombréme don Álvaro de Córdoba y entréme por la puerta delante de sus ojos. Y acuérdome que cuando salimos de la tienda llamé uno de los pajes, con gran autoridad con la mano. Dijo que no; y con tanto, acomodé los criados ajenos como buen caballero.

¡Bueno!... ¡Llevá tus pilchas a casa y decile al sargento Gómez que te acomode con él! ¡Está bien, señor! Di media vuelta y salí como con alas en los talones. Ir a servir con el sargento Gómez, el agente mejor reputado en la comisaría, el crédito de la sección, era para la gloria. ¡Pedir más, la verdad, hubiera sido tentar la suerte!

Esto de lavarse las manos lo repetía mucho la Caña; pero los hechos no correspondían a las palabras como lo demostraba la simple observación. «Ustedes podrán creer lo que les acomode repetía el escritor de Hacienda, intentando elevar su dignidad de noticiero sobre la chacota de sus amigos , pero lo que yo sostengo es que antes de un mes está el Príncipe Alfonso en el trono». Risa general.

Llegado el domingo, fue el tutor de Susana a visitar a su pupila, la cual, después de referirle lo que ocurría, le dijo en sustancia, poco más o menos, lo siguiente: No me importa estar aquí un año más: tarde V. lo que quiera en ponerme al tanto de lo que es mío, administre V. como le acomode, pero quiero que pague V. cuanto Valeria debe al colegio, de modo que continúe tan considerada como antes: quiero también que haga V. esos pagos a nombre del caballero que antes venía a verla, para que nadie le eche en cara su pobreza; y deseo, por último, que salgamos juntas del colegio y vivamos luego como hermanas; es decir, que venga a mi casa, porque de vivir como hermanas me encargo yo.

Acomode los versos con prudencia A los sujetos de que va tratando. Las décimas son buenas para quejas; El soneto está bien en los que aguardan; Las relaciones piden los romances, Aunque en octavas lucen por extremo; Son los tercetos para cosas graves, Y para las de amor las redondillas.

Porque en aquel lugar, lo mismo que en el mundo de la cultura, un hombre á quien los demás escuchan con la sonrisa en los labios y dan el apellido de gracioso, tiene amplias facultades, no solamente para provocar la risa sin ofender á nadie, sino para ser importuno, molesto y hasta grosero donde y cuando le acomode, sin que á nadie se le ocurra darse por ofendido. ¿Y cuál no será la influencia de un hombre de éstos entre los que le rodean, cuando sobre su carácter de gracioso lleva la fama de sabio, como el tío Merlín?