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Actualizado: 14 de julio de 2025
Sí, continuó; el movimiento ha fracasado y me han desertado muchos porque me vieron abatido vacilar en el supremo instante: ¡conservaba algo en mi corazon, no era dueño de todos mis sentimientos y amaba todavía!... Ahora todo está muerto en mí, ¡y ya no hay cadáver sagrado cuyo sueño tenga que respetar!
Se echa a reír ruidosamente: ¡Mi tío! ¡mi tío! exclama. ¡Esta si que es aventura!... ¡Casarte, tú! ¡tú, casarte!... ¡Es realmente como para tirar bombas! ¡Hurra! Y, riéndose siempre, sale del aposento. En cuanto a mí, me dejo estar donde estoy, y concluyo mi cigarro; me siento muy abatido. Después, voy a inspeccionar las piezas recientemente arregladas.
Profundamente abatido, me escribió que efectivamente, al separarse de ella, había expresado la esperanza de poder volver en el otoño siguiente con cara más alegre; pero se había equivocado: estaba, más que nunca, sumergido en las penas y en las deudas, y trabajaba como un esclavo sin ver brillar el menor fulgor de esperanza.
El pájaro que muda su pluma cada estación, está triste, y más triste aún la pobre culebra al cambiar de piel. El ser racional muda también la piel y todos sus tejidos cada mes, cada día, á cada instante, perdiendo un poco de sí mismo incesantemente, con suavidad. No está abatido, sino algo debilitado, en un momento vago y de ensueño en que palidece la llama vital para reaparecer más lúcida.
El Caballero se sienta solo en un banco que hay frontero al hogar, y permanece abatido y sombrío, con los ojos en la hoguera de sarmientos que levanta sus lenguas de oro hacia el fondo negro y brujo de la chimenea, donde resuenan las risas del viento. Los mendigos se agrupan al otro lado, y hablan en voz baja. Calentaos, ya que sólo puedo ofreceros el techo y la lumbre.
»Pensando y obrando de este modo, no perdió la confianza y el valor que le animaban ni por un solo instante; sólo él daba alientos a nuestro abatido espíritu, y hacíanos concebir las más halagüeñas esperanzas. »Algunas veces le veía ceder, a su pesar, a la inquietud, al dolor; pero estos momentos eran pasajeros, y en breve recobraba su serenidad y sonreía ocultando su pena.
Hijo, ¿y por eso abatido al dolor te rindes ciego? ¿Perdiste el valor y el fuego con la sangre que has perdido? ¿Lloras?... Mas dime, ¿qué ha sido del valor que yo sentia cuando tus cartas leía ansioso y entusiasmado? ¡Ay, padre! ¡Es que me ha olvidado la mujer que yo quería!
Mario quedó profundamente abatido y se dejó caer en un banco mientras el delegado telegrafiaba, por si acaso, a los jefes de las estaciones intermedias y al alcalde de Arganda para que en todo caso le detuviera. Pero hallándose de aquel modo sentado con la cabeza entre las manos, oyó a un mozo decir a otro que no había visto más niño que uno que llevaba una mujer.
Te engañas: ni en mi pecho tiembla el miedo, ni confiado en Dios te reto osado; y si el cuerpo abatido, por males y dolores combatido, la dulce paz de tu retiro anhela, el alma nó, que con distinta suerte, busca el cuerpo reposo, el alma vida, y reposo no más hay en la muerte. La frïaldad con que el sepulcro hiela no puede codiciarla quien ansioso busca luz y calor, lucha y victoria.
La parte de la tierra, tal vez, te corresponda a ti. Muñoz no pudo sacarle más una palabra. Y se retiró intrigado por aquella última frase. En la calle tiró los fragmentos del retrato de Adriana. Pero al punto, desandando el trecho andado, volvió a recogerlos. Durante largo rato todavía quedó Julio abatido por la gravedad de la imprevista catástrofe.
Palabra del Dia
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