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Actualizado: 24 de junio de 2025
Arrimados a ellos había un canapé, varias sillas y otros muebles contemporáneos de la cómoda; colgado sobre ésta, un Eccehomo entre dos cornucopias de buena talla dorada; sobre el canapé, una Purísima, y enfrente de estos cuadros, otros dos, de santos también, todos ellos al óleo y en marcos dorados, pero sumamente deslucidos ya.
En dicha sala recibían visitas las monjas, y las recogidas a quienes se permitía ver a su familia los jueves por la tarde, durante hora y media, en presencia de dos madres. Adornada con sencillez rayana en pobreza, la tal sala no tenía más que algunas estampas de santos y un cuadrote de San José, al óleo, que parecía hecho por la misma mano que pintó el Jáuregui de la casa de doña Lupe.
Los tres nos quedamos asombrados, y permanecimos mucho tiempo contemplando aquella maravilla. No sabiendo que aquella pintura es un tapiz de la fábrica de Gobelinos, parece imposible que haya una persona que distinga el tapiz de una pintura al óleo, y de una pintura de buena escuela. El tejido ha hecho tanto como el pincel; la lana es allí rival de los colores.
Encontrábalos groseros, de mal gusto y ordinarios, por ser cosa de estampa que se veía en todas partes. ¡Cuándo realizaría ella su gran ideal de rodearse de hermosos cuadritos al óleo, de los primeros pintores! Desde principios de marzo del 73, ocupaba Isidora aquella vivienda. Si había sido feliz o desgraciada en su modesta y bonita casa, ella misma nos lo dirá.
¡Ah! de mi patria saludó el bautismo Cuando subiendo al rango de Nacion, Sobre su frente el oleo del civismo Dios derramó cual sacra bendicion. Mas hoy llora, cual llora por los muertos, Porque no tiene pueblo soberano, Y es el despojo de feroz tirano La que en sus puños desgarró un leon!
Un Ecce-Homo, al óleo, á quien cuadraba el refrán de á mal Cristo mucha sangre, era la única pintura que adornaba los muros de la celda. No faltaban, en cambio, otros más naturales adornos.
El pavimento era de mármol y los zócalos de azulejos; sobre éstos, y cubriendo gran parte de la pared, había cuadros al óleo de aquella escuela andaluza que ha llevado a los lienzos el tono caliente de la tierra, la esplendidez de la inflamada atmósfera y la agraciada melancolía de los semblantes. Afortunadamente para mí, Amaranta se dignó recibirme.
Encontróse Montiño en una celda extensa, esterada, modestamente amueblada, y cuya suave temperatura estaba sostenida por el fuego moderado de una chimenea. En las paredes había numerosas imágenes de santos pintados al óleo y guarnecidos por marcos negros.
Me llamó la atención una joven bastante linda que, mientras hablaba con don Acisclo, dirigía miradas de amor al través del follaje de una hortensia al lenguado gaditano, que le correspondía por el mismo conducto, sin dejar de meterse el dedo en la nariz. Los lienzos de las paredes estaban llenos de cuadros al óleo.
Había un gran comedor, otro comedor pequeño para diario y varios salones de respeto, que no se abrían sino en las ocasiones solemnes, y donde, entre otras preciosidades, D. Acisclo, sus hijos, hijas, yernos y nueras, todos resplandecían retratados al óleo, de tamaño más que natural, y casi de cuerpo entero, por un pintor ambulante que acertó a pasar por Villafría, y que llevó una onza de oro por cada retrato.
Palabra del Dia
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