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Actualizado: 1 de junio de 2025


Al fin llegamos a la Guayra, después de seis horas de coche realmente agobiadoras, por las continuas ascensiones y descensos, como por el deplorable estado del camino. Apenas divisamos la rada, tendimos, ávidos, la mirada, buscando en ella el vapor francés que debía conducirnos a Sabanilla y que era esperado el referido día 13.

Los jardines públicos donde tan alegremente se baila en el verano, así como los salones de conciertos, reunen en sus fiestas un gran número de extranjeros, que ávidos corren tras el bullicio y el placer que Paris ofrece en una copa de oro siempre llena.

Deseaban que aquellos tesoros subterráneos saliesen pronto á luz; estaban ávidos de que en la Pola, capital del concejo y partido judicial, se introdujesen reformas y mejoras que la hiciesen competir dignamente con Sama, capital del vecino concejo de Langreo. En Sama se encendían por las noches faroles de petróleo para alumbrar á los transeuntes. En la Pola ni soñarlo siquiera.

Baja, dueño mío, ¿me oyes?... No tienes más que arañar la puerta. Yo abriré inmediatamente. Le miraba con sus ojos enormes y ávidos, que parecían querer devorarle. La punta de su lengua asomaba como un pétalo de rosa entre los labios súbitamente abrasados. Arremolinadas por la brisa, aleteaban en torno de su frente las cortas melenas, dando a su cara un aspecto diablesco.

La tropa de carretas lleva, además, armamento, un fusil o dos por carreta, y a veces un cañoncito giratorio en la que va a la delantera. Si los bárbaros la asaltan, forma un círculo atando unas carretas con otras, y casi siempre resisten victoriosamente a las codicias de los salvajes ávidos de sangre y de pillaje.

Una mujer surgió de la hundida mullidez de este lecho, saltando hacia Ferragut con los brazos extendidos Su impulso fué tan violento que la hizo chocar contra el pecho del capitán. Antes de que el abrazo femenino se cerrase sobre él, vió una boca suspirante, de dientes ávidos; unos ojos lacrimosos por la emoción; una sonrisa que era un rictus, mezcla de amor y de inquietud dolorosa.

Mis temores no fueron vanos, pues aún no estaba fuera la mitad de la tripulación cuando un sordo rumor de alarma y pavor resonó en nuestro navío. «¡Que nos vamos a pique!... ¡a las lanchas, a las lanchas!», exclamaron algunos, mientras dominados todos por el instinto de conservación, corrían hacia la borda, buscando con ávidos ojos las lanchas que volvían.

Quiso huir; pero se detuvo sobrecogida, porque en la cercana tienda del rey sonaron gritos y juramentos y fuerte choque de armas. Varios hombres salieron de allí luchando, y una voz dijo: «muera el tirano,» y otras exclamaron: «¡han asesinado al reyEn efecto, así era: el héroe victorioso había sido sacrificado por sus ambiciosos generales, ávidos de repartirse el botín y apoderarse del reino.

Pero desde que se posesionaron de la casa los mellizos, ávidos de vida y de leche, que había que formar con buenos alimentos, el dichoso y asendereado padre no pudo obsequiar a la abuelita con los sobrantes de su ganancia, porque no los tenía. Más que para dar estaba para que le dieran.

; la república se pierde agregó con brusquedad Bracamonte, comunicando a su voz una resonancia imprudente. ¿Y, por ventura, debemos asombrarnos, cuando España, regida ayer por sus más claros varones, es hoy la presa de ávidos pecheros, que, no sólo buscan por todo medio acrecentar la propia hacienda, aunque perezca la pública, sino que pretenden, a más, empobrecer y destruir a la más antigua nobleza del reino, no dejándola, como sabemos, regentar los negocios, e inventando contra ella, cada día, nuevos pechos y humillaciones?

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