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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Le vi a treinta varas de distancia, corriendo como un gamo en dirección al bosque. Era la primera vez que Ruperto se mostraba más prudente que animoso. Corrí tras él, gritándole que se detuviese, pero no me hizo caso. Ileso y ágil ganaba terreno a cada paso; pero yo, olvidado de todo, excepto del deseo de vengarme, seguí sus huellas y muy pronto desaparecimos ambos en el bosque de Zenda.
Castillejo es pequeño de cuerpo, nervioso y ágil, con un color moreno ardiente que se aproxima al tono del chocolate con leche. Lo más notable en él son los ojos, brillantes y autoritarios cuando quiere mirar de frente, lo que ocurre pocas veces. Su vista parece siempre fugitiva, como si la distrajera algún mal pensamiento.
Su mano, que era suave y ágil, rápida y diestra en el ejercicio de la caridad, estaba animada por una vida pródiga de sí misma; era una mano larga, flexible, fresca como una hoja; él, cuando la estrechaba, sentía en realidad la frescura de una hoja lozana.
Era sin duda uno de los hombres más hermosos que Ferpierre había visto en su vida: alto, robusto, ágil, las mejillas encuadradas en una barba rubia y sedosa, los cabellos castaños algo enrarecidos junto a la frente, con lo que ésta parecía más ancha; el cutis blanco, algo pálido y como macerado, cual sucede en los descendientes de las razas más selectas; los ojos azules, la mirada profunda bajo el puro arco de las cejas; la nariz aguileña, el ademán nervioso, los vestidos elegantes, todo el porte verdaderamente principal.
Me repugnaba además la idea de darme antes por ofendido; de reclamar igualdad de condiciones y de probabilidades para vengar mi agravio; de confesar mi torpeza en las armas y mi incapacidad; de apelar a no sé qué medios para forzar a un rival dichoso a que se pusiera de suerte enfrente de mí, que yo, flaco, viejo y enfermizo pudiera matarle, siendo él joven, ágil y robusto.
¡Viva Su Majestad el Rey, Su Majestad la Reina y los serenísimos señores infantes! exclamó Negri . De las ruinas del masonismo se levanta el legítimo trono de España. Y de Indias... porque se volverán a conquistar las Indias. Se volverán a conquistar dijo Carnicero, que se notó ágil y dio algunos pasos con cierta ligereza relativa . Adiós, mis queridos amigos. Hasta mañana. Hasta mañana.
Era ágil y ligero como un gamo; conocía los más intrincados sitios y las más extraviadas sendas del bosque, y pronto desapareció como por encanto, no sin exclamar antes con su voz de niño, que se contraponía a la firmeza del tono: Ser padre de ella te ha salvado de la muerte. Ahora huyo, pero tal vez un día vuelva a buscarte y a exigirte su mano como sola satisfacción de mi afrenta.
Cuando se levantó por la mañana tenía las mejillas enrojecidas, los ojos brillantes, todo el cuerpo en tan ágil disposición, que su digna esposa quedó, al verle entrar en el comedor, no poco sorprendida. La sorpresa fue en aumento cuando Sánchez, después de tomar el desayuno, en vez de retirarse a su gabinete para terminar concienzudamente la lectura de La
Mirbeau es normando; desde niño amó el peligro; era ágil, fuerte y violento; sus compañeros le temían; muchas veces, para acreditar su valor, se arrojaba ante los coches que pasaban por la carretera de Tréviéres, su pueblo natal.
De pronto sonó ruido de cascabeles y trallazos, y ambas mujeres vieron venir por la carretera un coche de colleras tirado por cuatro mulas y envuelto en una nube de polvo. Pocos minutos después el coche se detenía, y el amante esperado se apeaba solo, ligero y ágil, saltando como un muchacho. Felisa, sin acertar a creer lo que veía, gritó a su compañero: ¡Es él! ¡Solo! ¡Sin vendas ni trapos!
Palabra del Dia
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