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Allí se está verdaderamente en presencia de Dios... Pero en ese lago interior apenas perderán ustedes de vista las costas... Vénganse ustedes conmigo en mi yate; les llevaré á donde quieran... Hace tiempo que tengo gana de ir á Ceilán; esa será una ocasión.

Y pues es llegada la hora, sepan conocerla, y vénganse; porque esta tierra es muy pingüe, gruesa y grande, y adonde podrán estar á su gusto; y será bien, que los pobres vengan en compañía de los ricos, y los ayuden con sus haziendas; porque quando el Pueblo salió de Egypto, ricos y pobres todos escaparon; que por bienaventurado se puede tener el hombre, que para esto da ayuda, quitando á sus parientes de tan mala fatiga.

Quiero inferir de lo dicho, que podría ser que yo tuviese alguna gracia déstas, no del no poder ser ferido, porque muchas veces la experiencia me ha mostrado que soy de carnes blandas y no nada impenetrables, ni la de no poder ser encantado, que ya me he visto metido en una jaula, donde todo el mundo no fuera poderoso a encerrarme, si no fuera a fuerzas de encantamentos; pero, pues de aquél me libré, quiero creer que no ha de haber otro alguno que me empezca; y así, viendo estos encantadores que con mi persona no pueden usar de sus malas mañas, vénganse en las cosas que más quiero, y quieren quitarme la vida maltratando la de Dulcinea, por quien yo vivo; y así, creo que, cuando mi escudero le llevó mi embajada, se la convirtieron en villana y ocupada en tan bajo ejercicio como es el de ahechar trigo; pero ya tengo yo dicho que aquel trigo ni era rubión ni trigo, sino granos de perlas orientales; y para prueba desta verdad quiero decir a vuestras magnitudes cómo, viniendo poco ha por el Toboso, jamás pude hallar los palacios de Dulcinea; y que otro día, habiéndola visto Sancho, mi escudero, en su mesma figura, que es la más bella del orbe, a me pareció una labradora tosca y fea, y no nada bien razonada, siendo la discreción del mundo; y, pues yo no estoy encantado, ni lo puedo estar, según buen discurso, ella es la encantada, la ofendida y la mudada, trocada y trastrocada, y en ella se han vengado de mis enemigos, y por ella viviré yo en perpetuas lágrimas, hasta verla en su prístino estado.

No se ofenda usted joven, repuso, yo no tenía ninguna mala intencion pero como me habían asegurado que casi todos los curatos estaban en manos de clérigos indios, yo me dije: los frailes se mueren por un curato y los franciscanos se contentan con los más pobres, de modo que cuando unos y otros los ceden á los clérigos, es que allí no se conocerá jamás el perfil del rey. ¡Vaya señores, vénganse ustedes á tomar conmigo cerveza y brindaremos por la prosperidad de su provincia!

Si vuelven á Francia no podrán vivir sino muy retiradas y probablemente el señor de Freneuse tendrá que constituirse en prisión, pues hasta que se pronuncie la nueva sentencia le considerarán como culpable. Vénganse, pues, con nosotros á Nueva York... Dejaremos á mi padre y á mis hermanos ir á Dakota y nosotros nos instalaremos tranquilamente en Newport.

Venimos á hablar al magistrado, dijo Marenval gravemente. No esperéis, sin embargo, que vaya á ponerme la toga, dijo el juez riendo. Vénganse á mi gabinete y allí estaremos más cómodos. Les condujo á la pieza de que acababa de salir y les dijo indicándoles dos butacas: Siéntense ustedes. Vamos á ver; ¿han cometido ustedes algún crimen? ¡No!