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Estaba entonces Juan Andrea en la cámara de popa malo y en la cama, y hallándose en lo alto de la popa conmigo el patrón de la Capitana, Gasparín Doria, que era de quien más caudal hacía en el gobierno de las cosas de la mar, le dije y rogué, no una vez, sino muchas, que se entrase por aquellas galeras, á lo cual me respondió que para qué quería leñame, diciendo que la gente envestiría en tierra, y yo le dije que cuando así fuese sería muy bien quemarlas, porque cuando nosotros pasásemos á Trípol no podían dejar de salir á los navíos que venían atrás y hacernos daño en ello y en las vituallas que nos viniesen, cuanto más que podría ser tomarse alguna gente de la cual habríamos lengua de lo que en Berbería pasaba.

Quedó suspensa un instante y dijo sonriendo: ¡Sabes que esto es muy prosaico! ¡Quemar mis cartas de amor en un fogón! ¡Uf!... Me parece que debemos concluir con ellas de un modo más poético.... ¿Quieres que nos vayamos a quemarlas al campo?... De este modo daremos juntos un último paseo; nos despediremos dignamente. Como gustes articuló el joven en voz apenas perceptible.

Al día siguiente, la vizcondesa salió para Suiza. Hasta el viernes, víspera de su partida, titubeó el marqués acerca de si volvería o no a Bellevue, pero al fin decidióse a hacerlo, visto que no acertaba con el tono a que debía ajustar su carta de adiós a Beatriz; escribió a ella varias, mas encontrólas todas secas por demás o en demasía tiernas, y acabó por quemarlas.

Aquella noche se metió fuego á las dos galeras por tener menos que guardar, y para lo que después sucedió, fuera mejor quemarlas todas, por quitar desinios que nadie se fuese á favorescer en ellas, y porque hiciera más servicio en el fuerte la gente que se ocupaba en guardarlas, y por estar ya los turcos tan cerca del fuerte, que no se podía entrar ni salir á ellas sin gran riesgo, y así mataban cada día los más de los que les llevaban agua y de comer, tanto que no se osaba ya ir de día á proveerlas; y viendo los turcos que iban de noche, aguardaban á un barcón que estaba cerca dellas, al paso, y allí prendieron muchos en veces, así de los que iban á llevar la provisión, como de los que entraban y salían de guarda.

Mejor será quemarlas dijo otro, arrojando al brasero unos papeles, que se consumieron muy pronto. Todos bajaron por una escalera interior, dirigiéndose á la huerta, excepto Bozmediano y los otros dos, que, bajando por la escalera principal, llegaron á la puerta. Claudio gritó: ¿Quién va? Abra usted dijo Lázaro. ¿Quién es? ¿Qué busca usted? Busco á don Claudio Bozmediano.