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contar en la tarde de aquel mismo día a un soldado de los tiradores de Utrera, presente en aquel lance, que los franceses, en su mayor parte militares viejos, cargaron a la bayoneta con furia sublime, que producía en los nuestros, además del desastre físico, una gran inferioridad moral.

La madre estaba encantada, escuchándome con verdadero arrobamiento. El médico del convento era un buen señor, pero no debía de saber gran cosa, porque apenas les decía nada de sus enfermedades ni se producía tan bien.

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El trato mundanal le producía penosa impresión: para él Peñascosa, con su casino, sus cafés y tertulias, era un centro de frivolidad, por no decir corrupción.

Ya hemos visto que el sistema de Fichte estriba en la misma suposicion: por manera que la misma causa que en las escuelas producia disputas inocentes, puede llevar á extravíos de la mayor trascendencia.

Mis amigos te conocen ya, por referencias de fuera, y porque les he hablado de tiYo que lo , adiviné, desde luego, que había invitado a mi padre para que sirviese de espectáculo, y que le ordenaría hablar en verso. Esto de que unos señorones, que no sabíamos quiénes eran, se riesen de él, me producía cierta lástima y me daba alguna rabia.

De aquí la rareza entonces de la verdadera mujer y el mágico y portentoso efecto que producía en el alma de guerreros bárbaros y briosos, avezados a ver hembras solamente.

Por eso, en el verdadero terreno del honor, era tan nuevo como Ayvaz: se comprende, por lo tanto, que aunque hubiese vencido en diferentes asaltos a los maestros y prebostes de varios regimientos de caballería, experimentase una sorda trepidación, que no era miedo, pero que producía efectos análogos a éste.

Mil veces había bajado el pastor al fondo del precipicio; pero nunca lo había visto iluminado tan claramente ni tan melancólico. De lejos, su carro plateado, en lo hondo del abismo, le producía el efecto de una de aquellas enormes piedras cubiertas de nieve, bajo las cuales se hallaban sepultados los germanos.

Gabriel llamaba la atención sobre don Cerebruno, el prelado medioeval, llamado así por su enorme cabeza. Pero el guardarropa era lo que mayor asombro producía en los forasteros. Era una pieza con grandes estanterías y armarios de madera vieja.