United States or Central African Republic ? Vote for the TOP Country of the Week !


La tía pescueza, que aún persistía en su conquista, vino a con una caña en la mano, y me dijo en voz baja: Así me gustan los hombres. Perdona, hijo, si te he llamao gallego. Me encogí de hombros con indiferencia superior, y le volví la espalda. Fui a sentarme al lado de Primo. Pasado el primer momento de malestar, todo volvió a su ser.

Me entró un gran abatimiento, y pensé en pedir a cualquier desconocido un puesto en su carruaje, pues no había ninguno por alquilar, cuando se acercó a la tía pescueza, que tanto había desdeñado. ¿Te vienes con nosotras? Matilde y yo traemos una berlina; pero cabemos los tres si te avienes a ir en la bigotera. Vi el cielo abierto. Con tanto júbilo acepté, que la prójima me miró con curiosidad.

Otro quiso que la tía pescueza nos enseñase algo que debe ocultarse, y entre los dos se trabó una lucha y rodaron por el suelo. El conde permanecía grave, silencioso, apurando, una tras otra, las copas de jerez. Pero su mirada ya no era la misma, opaca y distraída, del hombre hastiado. Brillaban ahora sus pupilas con un fuego feroz y maligno que imponía temor.

Cuando se quejaba a sus padres, no querían oírla, y con razón. Su madre había muerto hacía siete años. Su padre había vuelto a casarse con una tía pescueza. Estaba, pues, sola en el mundo y abandonada en las manos de aquel maldito. El que maltratase a sus hijos la volvía loca, y era el toque para promover todos los escándalos que, al parecer, eran casi diarios.

Una de ellas, la tía pescueza que decía Primo, vino hacia con una cañita, y se la bebió, diciendo: Por uté, güen moso. Luego se sentó a mi lado y emprendió mi conquista, sin lograr enternecerme. Sus redondeces excepcionales no me hacían efecto: me causaban asco.

Vamos, lo que quieres es emborracharme, ¿eh? le dije con sonrisa protectora . ¡Qué chasco te llevas, hija! A no ha conseguido emborracharme nadie jamás. Prepara el Guadalquivir de manzanilla si deseas verme ajumado. Matilde, deja a ese maleta... ¡Si es un gallego! dijo a la sazón la tía pescueza de las manos amorcilladas, que no me perdonaba el mostrarme insensible a sus enormes glándulas.