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Se humedecían sus ojos con un fervor de idólatra al leer los discursos del Presidente; agotaba todo su léxico de palabras laudatorias para expresar su admiración por este personaje que hacía desnudar la espada á un gran pueblo, desinteresadamente, en defensa de la justicia y la libertad, y profetizaba al mismo tiempo un porvenir de paz para los humanos, sin naciones rapaces que amenazasen la vida de los humildes y los débiles.

La necesidad de actuar sobre los poderes invisibles trajo al mago y el mago trajo la magia, hechicería en segundo grado, bifurcada ya en dos ramas o especialidades en el judaísmo y en el paganismo, la una para apaciguar a los poderes imaginarios irritados o propiciarlos por medio de sacrificios, laudatorias y genuflexiones, pues "la sangre y los sufrimientos de los humanos eran el néctar de los dioses"; la otra para pronosticar o predecir sus determinaciones, interpretando, según el método de los profetas, las visiones de la imaginación exaltada por el ayuno y la soledad, en el judaísmo, o los sueños y los presagios, según el método de las pitonisas y los augures en el paganismo.

Todo terminó con una placa de bronce heroico sobre su sepulcro, dedicada por sus amigos, con unas líneas laudatorias, resistentes a las lluvias, al sol y a la acción corrosiva del tiempo, que al fin acabará con ellas.

Cuando María quedó sola y en pie frente a la tertulia, produjo como siempre un estremecimiento de admiración: «¡Qué hermosa, qué hermosa! ¡Esta chica cada día es más bonita! ¡Qué gusto exquisito tiene para vestirse! ¡Parece una reinaEstas y otras muchas frases laudatorias fueron las que se dijeron al oído los tertulios de los señores de Elorza.

Compré todos los periódicos de la mañana, y en la mayor parte se daba cuenta de mi lectura con frases muy laudatorias, aunque no tanto como yo hubiera apetecido. Un poeta, en materia de elogios, jamás dice en su fuero interno: «BastaPero, en fin, esto era natural que sucediese, y no fue lo que turbó mi felicidad.

A estos comentarios en voz baja se unían las exclamaciones laudatorias de algunas viejas, adorando con sus ojos á la victoriosa. «¡Qué simpática!... Una gran señora. ¡Y tan bella!... ¡Que la suerte le acompañeSe movió un hombro negro sobre el cual asomaba su cabeza el príncipe, y éste vió la cara de Spadoni junto á sus ojos.