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¿Á tal abandono de ti mismo has llegado? exclamó Tragomer. ¡Qué! el efecto de la miserable condición en que vives hace dos años ha sido tan rápido y tan completo que renuncias á justificarte y á confundir á los culpables? no sabes, Cristián, las torturas mortales que he padecido. ¡Todo me es indiferente ya! ¿Hasta ver á tu madre y á tu hermana?

He afligido á los míos con mis caprichos y mis faltas. No puedo comprender esta catástrofe final sino como una expiación de mi mala vida. He meditado, he llorado, he sufrido y me he inclinado bajo la mano que me hiere, para merecer su misericordia por mi resignación. ¿Así pues, has renunciado á toda esperanza de justificarte? ¿Cómo probar hoy lo que no pude hace dos años?

Ese demonio de Cuadros te arrastra a la perdición.... No le defiendas, no intentes justificarte. Ahora te va muy bien para que pueda convencerte; pero al freír será el reír. Y el viejo le volvía la espalda, con la confianza de que los hechos vendrían en apoyo de sus pronósticos. Únicamente en su casa encontraba Juanito aplauso y consideración.

Se arrojó sobre nosotros, y repentinamente vi brillar dos espadas. Carlos hizo caer la de su adversario, y bajando la punta de la suya, dijo: »Escúcheme usted, escúcheme: su esposa es inocente, lo juro delante de Dios. »¡Y bien! ¡pronto vas a justificarte delante de él! dijo el Conde, que acababa de recoger su arma y comenzaba de nuevo el combate con una rabia que había de serle fatal.

He aquí que desciendes a justificarte, y que vas por todos los pueblos europeos y americanos mendigando una pluma venal y fratricida, para que por medio de la Prensa defienda al que la ha encadenado! ¿Por qué no permites en tu patria la discusión que mantienes en todos los otros pueblos? ¿Para qué, pues, tantos millares de víctimas sacrificadas por el puñal; para qué tantas batallas, si al cabo habías de concluir por la pacífica discusión de la Prensa?

Troné contigo cuando siendo viuda tuviste «aquello» con el doctor Pajares. Entonces aún podías justificarte, pues al fin amabas algo a aquel perdis.... Pero lo que no tiene excusa es que te hayas vendido, que te hayas entregado como un pingajo de la calle. En mal camino estás, Manuela, y ya es tarde para retroceder. Hay alguien que te castiga, haciendo que la deshonra no pueda servirte de Dada.