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Aquel Juan brioso, que andaba siempre escondido en las ocasiones de fama y alarde, pero visible apenas se sabía de una prerrogativa de la patria desconocida o del decoro y albedrío de algún hombre hollados; aquel batallador temible y áspero, a quien jamás se atrevieron a llegar, avergonzadas de antemano, las ofertas y seducciones corruptoras a que otros vociferantes de temple venal habían prestado oídos; aquel que llevaba siempre en el rostro pálido y enjuto como el resplandor de una luz alta y desconocida, y en los ojos el centelleo de la hoja de una espada; aquel que no veía desdicha sin que creyese deber suyo remediarla, y se miraba como un delincuente cada vez que no podía poner remedio a una desdicha; aquel amantísimo corazón, que sobre todo desamparo vaciaba su piedad inagotable, y sobre toda humildad, energía o hermosura prodigaba apasionadamente su amor, había cedido, en su vida de libros y abstracciones, a la dulce necesidad, tantas veces funesta, de apretar sobre su corazón una manecita blanca.

He aquí que desciendes a justificarte, y que vas por todos los pueblos europeos y americanos mendigando una pluma venal y fratricida, para que por medio de la Prensa defienda al que la ha encadenado! ¿Por qué no permites en tu patria la discusión que mantienes en todos los otros pueblos? ¿Para qué, pues, tantos millares de víctimas sacrificadas por el puñal; para qué tantas batallas, si al cabo habías de concluir por la pacífica discusión de la Prensa?

Antes que todo, la excusa del amor es amar, pero la profusión venal de las ternuras del señor de Bevallan excluye toda apariencia de arrebato y de pasión. Tales amores no son ni aun faltas, pues no tienen el valor moral de tales, no son sino cálculos y apuestas de chalán embrutecido.

En la puerta iba ya el relojero, y todavía le estaba diciendo el maestro de música malas palabras: «¡traidor! ¡venal! ¡chino espurio! ¡espía de los tártarosPorque estos maestros de música de las cortes no quieren que la gente honrada diga la verdad desagradable a sus amos.

Venal hasta la impudicia, recibía regalos de sus protegidos y el precio de su firma variaba según la ocasión y según el asunto: desde el portal hasta el desván, el pie tropezaba con objetos de arte, abandonados, oferta de la turba de ambiciosos agradecida.

A diversos juicios se presta esto; pero en la imposibilidad de poner en luz de evidencia las causas de tal sibaritismo de afectos exteriores, hay que recurrir a la hipótesis, y ver en ellos algo semejante a las zalamerías que se emplean para catequizar a un empleado de Aduanas cuando se quiere pasar contrabando. Rosalía probaba el sistema pacífico y venal para el alijo de sus trapos.

Navarro debió principalmente su venturosa escapatoria, a la condescendencia o complicidad de la gente menuda, siempre venal; de modo que Salvador no se arrepintió de haber recurrido al buenazo de Pedro López, ni este se arrepintió de servirle, porque, habiendo cobrado en moneda corriente sus estipendios y el importe de todos los gastos, pudo ofrecer a la iracunda Nazaria parte del caudal que le había derrochado.

Y si alguna vez una alma desinteresada, generosa, heroica, me amara por lo que soy, no por lo que tengo, ¡yo no lo sabría, no lo creería! La desconfianza siempre... Ved ahí mi dolor y mi suplicio. Por esto estoy resuelta... no amaré jamás; jamás me arriesgaré á confiar á un corazón vil, indigno y venal la pura pasión que abrasa el mío.

De allí a poco salieron de la venta quince o veinte mujeres harapientas, sucias, miserables, y esquivando a los de uniforme corrieron hacia los del grupo central, aunándose con ellos en parejas que desaparecían tras un tronco, tras un peñasco, en un repliegue del terreno, donde pudieran ocultarse. Era la visita del amor a la desgracia; amor momentáneo, vicioso, repugnante, y venal; pero amor.

Justo es agregar, que tales ventajas no tienen en general todo su precio sino sobre corazones vulgares; pero el corazón de la señorita Margarita, que yo había querido, como sucede siempre, elevar al nivel de su belleza, parece hacer ostentación desde hace algún tiempo de sentimientos de un orden muy mediocre, y creíala muy capaz de sufrir sin resistencia como sin entusiasmo, con la frialdad pasiva de una imaginación inerte, el encanto de ese vencedor venal y el yugo consiguiente á un matrimonio de conveniencia.