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Mucho tenemos que agradecer á la ballena: sin ella, los pescadores no se habrían movido de las costas, pues apenas hay pez que no sea ribereño. Ella los emancipó, llevándolos á todas partes. Arrastrados, fascinados por el monstruo, se engolfaron en el Océano y, de etapa en etapa, detrás de él siempre, encontráronse haber pasado del uno al otro mundo.

Las olas rompían en el baluarte con estrépito y muchas veces saltaban por encima del muro y mojaban el suelo. Los jóvenes se detuvieron fascinados por aquel imponente espectáculo: quedaron inmóviles frente á la hirviente llanura, olvidando en un punto sus penas. Al cabo Soledad profirió: ¡Qué tiempo tan duro!... Ayer tenía cerco la luna. Uceda guardó silencio.

Vino a posarse de nuevo sobre el barandal del balcón. ¡, estaba allí el Papagayo de Huichilobos, al alcance de nuestras manos, y no osábamos tocarlo! Contuvimos la respiración y no nos movimos durante largo espacio de tiempo, fascinados por el inesperado suceso. Con no qué supremo esfuerzo de la voluntad, el Padre Montero súbitamente procuró apresarlo.

El que atrajo la atención de L'Ambert había visto, sin duda, que la morada de su dueño no ofrecía ya bastante caza, y buscaba en plena campiña un suplemento a su pitanza. Los ojos del señorito L'Ambert, después de haber errado algún tiempo a la ventura, sintiéronse atraídos y como fascinados por el gesto de aquel gato.

La escultura de estos verdaderos monumentos no pertenece á la escuela del edificio, por decirlo así; contradicen la lógica del arte; en una palabra, son otros tantos anacronismos, pero al cabo son preciosísimas creaciones de una civilizacion santa y grande, creaciones de un arte sublime, de un arte sin segundo, del arte cristiano, y nuestra fantasía, nuestro sentimiento y nuestra inteligencia se ven fascinados por un encanto irresistible.

, hombre, , y con una porción de lapiceros de oro y guardapelos colgando.» Y allá se iban de cabeza los pobres chicos en la Bella-Paula, en la Carmen, en la Villa de Sarrió o en otro barcucho de vela cualquiera, a perecer del vómito negro o del hambre, más negra aún, fascinados por el brillo de aquellas joyas cursis que representaban los ojos de la terrible Loreley.

Dia vendrá en que el Califato andaluz oscurezca con su brillantez las glorias de los Califas negros , y en que asombrados y llenos de maravilla los altivos reyes godos y francos, y hasta los mismos pontífices del Cristianismo , claven fascinados sus miradas en la sabia y magnífica Córdoba.

A eso conduce el desprecio por todo lo que no esté a la altura de nuestro nivel circunvecino; a eso conduce la fiel observancia de ideas que nos inculca la vanidad, la petulancia y el espejismo social, tras del que vamos como locos, fascinados por ideales quiméricos o absurdos, mientras la verdadera filosofía, la del pueblo, la del buen pueblo manso, trabajador y resignado, ¡es despreciada por su origen «bajo»! ¡ése es el resultado de los que prefieren el libro con lujosa encuademación!... por ahí se empieza o por ahí se acaba lo que es peor, porque suele marcar el último tramo de una verdadera perversión en las ideas que regulan nuestra manera de ser y en oposición al criterio con que se le enseñó al maquinista a sentirse bien, «por lo conforme», se te ha taladrado los oídos con un grito ruin y perverso que me parece estar oyendo: «es necesario no conformarse con eso»: y así has vivido , y también, ¡y todos! torturándose en la estúpida ambición de ambiciones nuevas.