United States or Zimbabwe ? Vote for the TOP Country of the Week !


Esta tarde me encontré con un amigo, escribiente en una oficina, y hablando del asunto, me ha dado la clave: lo ha sabido por unos empleados... ¿Quién creen ustedes que ha puesto los sacos de pólvora? Muchos se encogieron de hombros; solo Capitan Toringoy miró de soslayo á Isagani. ¿Los frailes? ¿El chino Quiroga? ¿Algun estudiante? ¿Makaraig? Capitan Toringoy tosía y miraba á Isagani.

Se dieron las manos. Y entonces ocurrió algo inesperado que produjo un largo silencio de sorpresa y de asombro. Miguel dobló su cuerpo, se encogieron sus rodillas, se llevó á la boca aquella mano que tenía en la suya, con el mismo gesto humilde de los siervos de la estepa ante sus poderosos abuelos. Luego la besó, mojándola con sus lágrimas. Ocho días llevaba Lubimoff sin salir de Villa-Sirena.

El tío Merlín bajó la cabeza, sonrióse, volvió á hacer rayitas en el suelo, y por toda contestación largó otro ¡jummmaaá! que produjo el mismo efecto que el anterior. Al cabo de un rato añadió: Señores, en el juriaco que se quiere abrir en la torre, ¿no ven ustedes ? Los circunstantes se encogieron de hombros.

La noticia de aquella desgracia se supo en el pueblo; unos lo lamentaron y otros se encogieron de hombros. Ninguno tenía la culpa y nadie lo cargaba sobre su conciencia.

Volaron por el aire copas enteras de árboles, varios troncos partidos en dos, terrenos negros con cabelleras de hierbas, un chorro de polvo que obscureció el cielo. Algunas piedras rodaron del muro. Los alemanes se encogieron, pero sin emoción visible. Conocían esto; esperaban su llegada, como algo inevitable, después de haber visto el aeroplano.

¿Y qué vamos á hacer de ella? dijo Elías mirando al cura de Carrión y á los demás cabecillas del tumulto. Todos se encogieron de hombros y besaron á Clara. Nosotros nos quedaremos con ella, dijeron las dos mujeres que habían servido al coronel cuando era rico. No dijo Elías: yo la recojo. Me la llevaré conmigo, la educaré. Las mujeres aquellas eran muy pobres.

Acudió a Miranda y Perico demandando ayuda, y ambos se encogieron de hombros, declarándose de todo punto inexpertos y poco a propósito para asuntos tales. Justamente el día en que se le puso en la cabeza hablarles del asunto, tenían ellos concertada una cena con Zulma y compañeras no mártires en el más calentito y retirado gabinete de Brébant. ¡Brava sazón de pensar en semejantes cosas!