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Confiesas que has faltado cinco veces y, sabe Dios, ¡si no has faltado más! Atqui como leo la lista muy raramente, y cada vez que le cojo á uno le pongo cinco rayitas, ergo, ¿cuántas son cinco por cinco? ¡A que te has olvidado de la tabla de multiplicar! ¿Cinco por cinco? Veinticinco... ¡Júsito, júsito!

Quien ha envejecido bastante, de un modo prematuro, es el antiguo capellán de los Pazos. Su pelo está estriado de rayitas argentadas; su boca se sume; sus ojos se empañan; se encorvan sus lomos. Avanza despaciosamente por el carrero angosto que serpea entre viñedos y matorrales conduciendo a la iglesia de Ulloa. ¡Qué iglesia tan pobre!

El tío Merlín bajó la cabeza, sonrióse, volvió á hacer rayitas en el suelo, y por toda contestación largó otro ¡jummmaaá! que produjo el mismo efecto que el anterior. Al cabo de un rato añadió: Señores, en el juriaco que se quiere abrir en la torre, ¿no ven ustedes ? Los circunstantes se encogieron de hombros.

¡Ah, estás acá! ¿Sabes lo que han hecho? ¡Te juro que esta vez se van a acordar de ! ¡Alfonso! ¿Qué? ¡No faltaba más que también!... ¡Si no sabes educar a tus hijos, yo lo voy a hacer! Al oir la voz furiosa del tío, yo, que me ocupaba inocentemente con mi hermana en hacer rayitas en el brocal del aljibe, evolucioné hasta entrar por la segunda puerta en el comedor, y colocarme detrás de mamá.

La mano fina, aristocrática, trazaba rayitas paralelas en el margen de una cuartilla, después, encima, dibujaba otras rayitas, cruzando las primeras; y aquello semejaba una celosía. Detrás de la celosía se le figuró ver un manto negro y dos chispas detrás del manto, dos ojos que brillaban en la obscuridad. ¡Y si no hubiese más que los ojos!

Á eso vine á la feria, Antón...; y si no, que diga tío Juan si me pongo en lo justo. Lo que toca á dice el aludido, que durante la escena referida se ocupaba en hacer rayitas en el polvo con el palo, lo que toca á , no me gusta meterme en la hacienda del vecino, que cada uno puede estimarla en aquello que, pongo por caso, le acomoda.

Toma indicó Petra, acometida de una risa infantil al repasar, con el dedo mojado en saliva, las hojas . Se marca con rayitas: tantas cantidades, tantas rayas, y así es más claro... Se da un real, ea. ¿Pero no ven que está nuevo? Su valor, aquí, lo dice: «dos pesetas». Regatearon.

Yo le en Madrid; cuando yo le conocí llevaba un pantalón blanco a rayitas negras. Callan un largo rato. Y después Sarrió pregunta: ¿A que no saben ustedes lo que me sucedió a en Madrid una noche? Azorín y Orsi miran a Sarrió con visibles muestras de ansiedad. Sarrió prosigue. Una noche estaba yo en los Bufos; no recuerdo qué función representaban.