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Todos contestaban con un «¡ohde protesta, mientras se acomodaban la servilleta en el pescuezo. Ya sabían que la dueña de la casa arreglaba bien las cosas. Y empuñaban el tenedor, como diciendo: «¡Venga de ahí, que estamos a todoNo fue malo el desfile de platos organizado por Visanteta. Era la cocina indígena, con todo su esplendor de las fiestas tradicionales.

Y después de una breve detención, seguían su desfile apresuradamente, como si fuesen a alguna parte y temieran llegar con retraso. Empuñaban las terribles podaderas, las hoces, las navajas... ¡Que saliesen los ricos y verían cómo rodaban sus cabezas sobre el adoquinado!

Dos ó tres mas cuidadosos de sus personas traían paraguas abiertos; otros dos bajaban armados de grandes anteojos de larga vista, y los demas, completamente dandys, empuñaban flexibles bastoncitos fashionables, con las manos finamente cubiertas con guantes amarillos de cabritilla.

Detuviéronse las manos ardientes que empuñaban la piedra, y todos le miraron. Fundábase la superioridad de Pecado en la fuerza, de donde venía la justicia, es decir, que solía dirimir contiendas de chicos, unas veces a trompada limpia y otras con atinadas y comedidas razones, aunque todo hace creer que el primer argumento era el que con más frecuencia usaba.

En aquel instante oyó Roger, tres veces repetida, la nota penetrante de un clarín, y saltando de la roca en que estaba sentado vió que los arqueros empuñaban sus armas y se dirigían apresuradamente hacia los caballos. Llegó en pocos momentos al grupo que formaban los jefes y oyó al señor de Fenton que decía: No me queda duda, es el toque del clarín enemigo.

Mientras tanto, los maestros barberos empuñaban dos largos palos rematados por hojas férreas, á modo de guadañas bien afiladas, que iban á limpiar el rostro del gigante de su dura vegetación.

En medio de tantos desastres como sufria la causa de la independencia, los generosos donativos de muchos extranjeros, amantes del nuevo órden de cosas y de la libertad de América, vinieron á fortificar un tanto los abatidos ánimos, que recobraron su antigua esperanza viendo como al mismo tiempo se organizaba un cuerpo de franceses á las órdenes del coronel Ducaylá, y cómo algunos alemanes é ingleses de distincion, entre los cuales figuraban Sir Gregor MacGregor empuñaban las armas en defensa de Venezuela.