United States or Iraq ? Vote for the TOP Country of the Week !


Los alemanes, amontonados en Grand-Fontaine, huían en bandadas hacia Framont, unos a pie, otros a caballo, aligerando el paso, arrastrando pesados cajones, arrojando las mochilas y mirando para atrás, como si temieran que los franceses les fueran a los alcances.

Había llegado el momento solemne para la casa de Brull y todos sus fieles, no seguros aún de la omnipotencia del partido, como si temieran a ocultos enemigos que podían presentarse inesperadamente, se agitaban en la ciudad y los pueblos lanzando cual grito de victoria el nombre de Rafael. Pocos se acordaban de la inundación.

Y al mismo tiempo le sonreían y celebraban con palabras dulzonas sus progresos universitarios, como si temieran malquistarse con él. La excelente salud de la dama parecía burlarse de los pensamientos egoístas de su familia. Aquella enamorada de la limpieza se quitaba de encima los años con igual facilidad, según ella, que sacudía un polvo ilusorio de todos los rincones de su casa.

Y después de una breve detención, seguían su desfile apresuradamente, como si fuesen a alguna parte y temieran llegar con retraso. Empuñaban las terribles podaderas, las hoces, las navajas... ¡Que saliesen los ricos y verían cómo rodaban sus cabezas sobre el adoquinado!

¡Hermano, á mi!... ¡A ! Se disputaban el sitio, como si temieran la llegada del enemigo antes de que el fraternal sacrificador finalizase su tarea. Habían aprendido instintivamente la postura favorable.

Debía ser esta irrupción obra de doña Cristina, dispuesta á hacer comprender rudamente al médico su deseo de cerrarle para siempre las puertas de la casa. Aresti veía los ojos de los tres, fijos en él, como si le dijeran: «¿Qué haces aquí? Vete: no eres de los nuestrosEl millonario acogía con una sonrisa la solicitud con que se aproximaban á él, y le rodeaban como si temieran que escapase.

Sus labios se movían apenas, como si temieran dejar adivinar en sus contracciones las palabras deslizadas suavemente. Robledo se arrepintió de su curiosidad al ver la rápida mirada que le dirigía Fontenoy, mientras continuaba hablando á Elena, puesta de espaldas á la puerta. Esta mirada volvió á emocionarle como la otra.

Los niños nada decían; habíanse apartado el uno del otro como si temieran comunicarse sus impresiones, y estaban allí acurrucados, quietos, muy calladitos..., muy calladitos... Un criado entró en el estudio anunciando que el almuerzo estaba servido, y Jacobo y Currita se fueron a poco sin volver a ocuparse más del regalo de los niños.

Instintivamente, marchaban por la acera obscura, como si temieran ser vistos. Torcieron por una calle curva y en cuesta, la misma que atravesaba subterráneamente el corredor pompeyano que horas antes había seguido el príncipe.

Las mujeres parecían más graves y silenciosas, poseídas de súbito ascetismo. Rehuían las conversaciones, como si fuesen peligrosas para su virtud. Deseaban estar solas, y movían en este aislamiento su pluma lentamente, con vacilaciones entre línea y línea, cual si temieran decir poco o decir demasiado.