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En una ocasión de aquéllas, al sentir en su pecho la respiración soñolienta de la mujer, díjola con melancólica dulzura: Y pensar, Aixa, que vendrá, tal vez, un día en que al encontrarnos por alguna calleja nos miraremos con odio. Será o no será respondió la sarracena. Los destinos van colgados de nuestro cuello.

La condesa volviose bruscamente hacia ella y mirándola con su amable sonrisa de vieja: Casad a mi hijo díjola. ¡Ah! en cuanto a eso contestó alegremente la señora de Maurescamp , es una empresa de que no me siento capaz. ¿Por qué, pues? repuso en el mismo tono la condesa . Por el contrario, yo os considero capaz para todo. Juana abrió, sin contestarle, sus grandes ojos interrogadores.

No, mujer, no díjola don Santiago en santa calma ; pero a un solo fin se puede ir por diversos caminos... Déjame por donde voy ahora, que yo que no voy mal y que he de llegar antes y mejor que por donde quieres que vaya.

Y púsose con gran cariño a explicarle el modo de hacer examen de conciencia, escuchándola Diógenes atentamente, mirando a veces el crucifijo. Cuando la marquesa cesó de hablar, díjola él con sencillez de niño: Se me va a escapar algo... Lo mejor será que te lo diga a ti todo..., y se lo dices luego al padre..., y entre los dos ven si falta algo...

La idea de recompensar con alguna dádiva los cuidados que aquella muchacha le había prodigado, durante tantos días de sufrimiento, le asaltó a Ramiro por la primera vez. Díjola entonces: Abre la naveta de la izquierda de aquel bufetillo. ¿Ves una escarcela verde? Bien, tráela. Cogió tres ducados y alargóselos, exclamando: Toma para alfileres, Casilda.

Bajó la cabeza en silencio y, después de un instante de meditación, declaró de lleno a su madre algo que él mismo no había determinado todavía: la intención de casarse con Beatriz; y, sin que su voz se alterase, díjola también el gran delito que sería seguirla esperanzando con su falsa vocación eclesiástica.

Que a una le pega el marido una paliza; aquí al vuelo a llorar la lástima. Que me echo yo un refajo nuevo; aquí en seguida a saber lo que me costó, y en qué tienda de la villa le compré.... Que el medio cuarterón de aceite, que los dos cuartos de hilo, que la moneda roñosa, que la fía.... Vamos, Simón, que esto es un laberiento que acaba conmigo. ¿Y nada más? díjola Simón con mucha flema.