United States or Bouvet Island ? Vote for the TOP Country of the Week !


Ahora... y el alférez se retorció el otro mostacho y dió una entonación singular á su voz si encontráis en impertinencia... es distinto, caballero... decídmelo para que yo sepa á lo que debo atenerme, y obrar como obrar deba.

Enfurecida la mujeruca se desasió violentamente cubriéndole de dicterios y se metió en el interior de la casa. Martinán, sin preocuparse de su cólera, sonreía beatíficamente y le enviaba besos con la punta de los dedos. Los parroquianos aplaudían riendo. ¿Quién habrá más feliz que yo, decídmelo? exclamaba restregándose las manos de placer.

Tengo la seguridad de conseguir un buen destino para Ultramar. Mientras cambia la fortuna, es preciso que uno de vosotros se vaya muy lejos y ayude a los que aquí quedemos. ¿Quién quiere separarse de ? ¿Quién se quiere quedar? Resolvedlo vosotros, y decídmelo mañana. Oyéronla ambos en silencio y aquella misma noche se reunieron a deliberar.

¡A descansar! ¡á descansar! ¿Conque sabéis al fin que es el duque de Lerma? ¿Conque os habéis arreglado? Todos se arreglan menos yo. Vamos, amigo mío, que es ya tarde. ¡Que es ya tarde! dijo Montiño siguiendo á doña Ana que se encaminaba á unas escaleras ; decídmelo á mi, que he estado dos horas arrinconado en el pasadizo, y temblando, más encogido que un orejón.

¡Cuán poco juiciosa eres, Reina! El juicio, según mi opinión, consiste en querer la felicidad. Decidme que me querrá, señor cura, decídmelo. No deseo otra cosa, hijita querida, respondíame el cura, quien a pesar de su horror al sufrimiento físico hubiera sido capaz de seguir el ejemplo de Mucio Scévola, si la realización de mis anhelos hubiese dependido de semejante sacrificio.

Cuanto más cerca veo el día pensaba , más indeciso y perplejo me encuentro. ¿Por qué dudo, decídmelo, Virgen Santa del Sagrario y , San Ildefonso bendito? ¿Por qué mi anhelo se ha trocado en vacilación y mi fe en temor de causar gravísimo daño? ¿Qué dices a esto, conciencia pura, qué razones me das? ¿Sale acaso de ti esa voz que siento y que me dice: «detente, ciego?...». Y , caviloso Benigno, ¿has notado, por ventura, frialdad en los afectos de ella, arrepentimiento en su voluntad o siquiera desvío?

¿Para qué me habéis llamado? exclamó el joven con afán acercándose. Decidme primero lo que habéis pensado de al leer la carta que os he enviado con don Francisco. He creído... no he creído nada, porque vuestra carta me ha aturdido. ¿No le veis, señora? ¿No conocéis que estoy muriendo? Domináos, reflexionad y decídmelo: ¿qué pensáis de esta extraña cita?