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Sólo recuerdo que al final el cañaveral se puso completamente azul y comenzó a danzar a dos dedos de mis ojos. Dos o tres martillos de cada lado de la cabeza comenzaron a destrozarme las sienes, mientras el estómago, instalado en plena boca, aspiraba él mismo directamente las últimas bocanadas de humo. Volví en cuando me llevaban en brazos a casa.

Conociendo éste por experiencia que nada le ha servido su trabajo en aquel año, y no permitiéndole su genio el mantenerse en ociosidad, determina sembrar un buen algodonal, un cañaveral y un tabacal, persuadido de que el algodón, la miel o azúcar, y el tabaco son efectos comerciables.

En cinco segundos pasamos como una exhalación por los durazneros, los naranjos y los perales, y fué en este momento cuando la idea del pozo, y su piedra, surgió terriblemente nítida. ¡No quiero que me toque! grité aún. ¡Espérate! En ese instante llegamos al cañaveral. ¡Me voy a tirar al pozo! aullé para que mamá me oyera. ¡Yo soy el que te voy a tirar!

Pero lo que sobre todo atrajo nuestros asaltos diarios fué el cañaveral. Tardamos dos semanas enteras en explorar como era debido aquel diluviano enredo de varas verdes, varas secas, varas verticales, varas dobladas, atravesadas, rotas hacia tierra. Las hojas secas, detenidas en su caída, entretejían el macizo, que llenaba el aire de polvo y briznas al menor contacto.

De este punto, al cual, de paso para Santa-Cruz de la Sierra ó Cachabamba, concurren necesariamente los viageros para proveerse de víveres, se va á Loreto atravesando á caballo un estendido cacahual, y luego un cañaveral hasta salir á un bañado cubierto de árboles, donde es menester agacharse á cada paso para evitar los enredaderas, cuidando ademas de no tropezar en las abultadas raices que guarnecen todo el suelo.

Quien mirase el Casino por su fachada sur, podía ver desde luego el numen que allí recibía culto y sacrificios: la Ninfa de las aguas, inclinando la urna con graciosa actitud, mientras salen a sus pies de entre un cañaveral dos amorcillos, y uno de ellos, alzando una valva, recoge la sacra linfa que de la urna copiosamente fluye.

Temblaba el aire, dicen, de los mugidos terribles, y deshacía el elefante el cañaveral con las pisadas, y sacudía los árboles jóvenes, hasta que de un impulso vino contra el del cazador, y lo echó abajo. ¡Abajo el cazador, sin tronco a que sujetarse! Cayó sobre las patas de atrás del elefante, y se le agarró, en el miedo de la muerte, de una pata de atrás.

En nuestra madriguera del cañaveral cargámosla María y yo con religiosa y firme unción. Cinco cigarrillos dejaron su tabaco adentro; y sentándonos entonces con las rodillas altas, encendí la pipa y aspiré. María, que devoraba mi acto con los ojos, notó que los míos se cubrían de lágrimas: jamás se ha visto ni verá cosa, más abominable. Deglutí, sin embargo, valerosamente la nauseosa saliva.

En toda la barraca no había mas que un objeto nuevo: la luenga caña que el maestro tenía detrás de la puerta, y que renovaba cada dos días en el cañaveral vecino, siendo una felicidad que el género resultase tan barato, pues se gastaba rápidamente sobre las duras y esquiladas testas de aquellos pequeños salvajes.