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Mi mujer y yo, con los ojos iluminados por la alegría, nos asomamos al balcon; Luisa estaba en el de enfrente, con la vista clavada en el nuestro. Indudablemente esperaba á que nosotros nos asomásemos, para saludamos. Así fué.

No bien asomamos las narices á la puerta, calla el discordante y atronador coro que forman los granujas lectores, quítase el maestro las gafas, pónese de pie, hacen lo propio sus discípulos, y todos á la vez, hincando una rodilla en tierra, exclaman á grandes voces: ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar!

Llegamos al fondo del pozo, rodeado aún afortunadamente por un resto de brocal: nos asomamos con espanto á la negra abertura del abismo é intentamos sondear su profundidad á través de las escolopendras y helechos entrelazados.

El efecto que hacía en nuestros cuerpos era el de una llamarada que los azotaba por todos lados: la cara se nos abrasaba como cuando nos asomamos a un horno encendido, y deshechos en sudor, nuestros cuerpos hervían, descomponiéndose la economía entera, desde el instante en que fuertes excitaciones del espíritu dejaban de sostenerla.

No nos pudimos dar cuenta de lo que ocurría. Nos asomamos a la borda. El Cachalote estaba hundido, sujeto a la amarra. Sin duda, al chocar el bote con alguna piedra, se había abierto. ¿Qué íbamos a hacer? ¿Cómo volver a Lúzaro?

Despues de torcer millares de esquinas, y cuando ya casi teniamos turbada la vista de tanto mirar á izquierda y derecha, asomamos á una explanada que nos pareció alegre y deliciosa; luego atravesamos un puente; dirigimos precipitadamente una mirada á lo largo del rio, iluminado por los rayos de un sol de Junio, llegamos á la márgen opuesta, caminamos unos momentos.... ¡NOTRE DAME! ¡NUESTRA SE

Está rodeado de altas y descarnadas montañas que forman un anfiteatro en el cual la superficie tranquila del agua forma el redondel. Nos asomamos por uno de los peñascos que lo circundan. La soledad de aquel sitio es aterradora y oprimió mi corazón.

Repetidas veces nos asomamos; pero fué inútil; nadie parecia en el balcon, ni nada tampoco se descubria á través de los vidrios. Así estuvimos más de hora y media. Entrada ya la noche, divisamos en la habitacion de la mujer vestida de negro el fulgor de una luz, que pasaba de una estancia á otra. Entonces cerramos las maderas, y mi mujer y yo exclamamos casi al mismo tiempo: hasta mañana.