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Como he dicho, la sobrecámara de la toldilla tenía una trampa que daba a la cámara del capitán; por ella bajamos nosotros y cerramos la puerta de nuestra cámara, donde solíamos dormir los vascos. Quedamos incomunicados. En seguida el piloto nos mandó encender la linterna de la Santa Bárbara, bajamos al pañol de las armas y de la pólvora y tomamos cada uno nuestro rifle y cartuchos en abundancia.

El arte pagano tenia mujeres. El arte cristiano tiene Marías y Magdalenas. Bajo el arte asiátiaco y griego, cerramos los ojos y vemos bacanales. Bajo el arte del Cristianismo, cerramos los ojos y vemos vírgenes. La gentilidad nos abate; el Cristianismo nos enaltece. Segun la feliz expresion de Pascal, el paganismo nos trae, el Cristianismo nos lleva. El uno viene, el otro va.

Nos metimos en la despensa y llevamos a nuestra cámara provisiones para quince días, dos barriles de vino y de ron, embutidos, carne seca, galletas; luego entramos en el pañol del pan y lo dejamos casi vacío. Arraitz, que estaba de guardia, nos avisó que la gente comenzaba a ir y venir por la cubierta. Vamos ya dijo el teniente. ¿Cerramos la despensa? le pregunté yo. No. ¿Para qué?

Por esta causa, nos esforzamos á engañarnos á nosotros mismos para no ponernos en contradiccion demasiado patente con el dictámen de la conciencia; nos tapamos los oidos para no oir lo que ella nos dice, cerramos los ojos para no ver lo que ella nos muestra, procuramos hacernos la ilusion de que el principio que nos inculca no es aplicable al caso presente.

Repetidas veces nos asomamos; pero fué inútil; nadie parecia en el balcon, ni nada tampoco se descubria á través de los vidrios. Así estuvimos más de hora y media. Entrada ya la noche, divisamos en la habitacion de la mujer vestida de negro el fulgor de una luz, que pasaba de una estancia á otra. Entonces cerramos las maderas, y mi mujer y yo exclamamos casi al mismo tiempo: hasta mañana.

Dejamos las gorras poco más o menos como los demás días, y cuando entró el master nos echamos en el suelo los tres, abrimos el boquete, pasamos primero los fardeles con las ropas y luego nosotros, como por una gatera, y salimos a cubierta. Cerramos el boquete. Hacía un frío terrible. La noche no estaba del todo obscura; había una vaga niebla rojiza.

Las dos mujeres callaron, consternada y atónita la joven, aburrida la vieja. Como había pasado algún tiempo desde su llegada al término de la caverna, los ojos de entrambas comenzaron a distinguir confusamente la silueta del gran disco de madera, que trazaba figura semejante a las extrañas aberraciones ópticas de la retina cuando cerramos los ojos deslumbrados por una luz muy viva.

Corriente añadió Bermúdez tomando nueva postura en la silla . Pasemos también por eso, y quédense las cosas donde y como quieres ponerlas. Pero bueno o malo, blanco o negro, ya está tu primo llegando a las puertas de Peleches: ¿qué hacemos con él? ¿se las cerramos? ¿le dejamos entrar? Tampoco se trata de eso, papá: repáralo bien. ¡Otra te pego! Pues ¿de qué se trata, hija mía?

Mejor es que tomemos posesión de ellas observé, cerrando la maleta y poniendo en mi bolsillo el pequeño manojo de llaves. Sus albaceas las necesitarán. Luego, cerramos la puerta, y dirigiéndonos a la oficina, comunicamos la desagradable noticia de la muerte ocurrida en el hotel.