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Actualizado: 2 de julio de 2025


Ven inmediatamente en el coche con mi amigo Zalacaín. Tu hermano, CarlosDespués de escribir el papel, Martín se paseó con impaciencia por el cuarto. Cada minuto le parecía un siglo. Dos horas larguísimas tuvo que estar esperando con angustias de muerte. Al fin, cerca de las doce, oyó un ruido de campanillas. Se asomó al balcón. A la puerta aguardaba un coche tirado por cuatro caballos.

Carlos de Ohando el hijo mayor de doña Águeda, era un muchacho cerril, obscuro, tímido y de pasiones violentas. El odio y la envidia se convertían en el en verdaderas enfermedades. A Martín Zalacaín le había odiado desde pequeño cuando Martín le calentó las costillas al salir de la escuela, el odio de Carlos se convirtió en furor.

Pero luego se olvidaba con la conversación. Doña Pepita dijo que su hija había tenido el capricho de aprender la guitarra é incitó a Rosita para que cantara. , canta dijeron las demás muchachas. , cante usted añadió Zalacaín.

Este niño se llama realmente Martín López de Zalacaín y será de ese caserío que está ahí cerca del portal de Francia. , señor; de ahí es. Pues conozco su historia, y López de Zalacaín ha sido y López de Zalacaín será, y si quiere usted mañana vaya usted a mi casa y le leeré a usted un papel que copié del archivo del Ayuntamiento acerca de esa cuestión.

El partido constituyó un acontecimiento en Urbia; el pueblo entero y mucha gente de los alrededores se dirigió al juego de pelota a presenciar el espectáculo. La lucha principal iba a ser entre los dos delanteros, entre Zalacaín y el Cacho.

En el cementerio de Zaro hay una tumba de piedra, y en la misma cruz escrito con letras negras dice en vasco: AQUÍ YACE MARTÍN ZALACAÍN MUERTO A LOS 24 A

Ahí y en otros puntos. ¿Para quién las traíais? Para los navarros. Bueno. Iremos a buscarlas. Si no las encontramos, os fusilaremos. Está bien dijo fríamente Zalacaín. Marcháos repuso el cura, molesto por no haber intimidado a sus interlocutores. Al salir, en la escalera, el Jabonero se acercó a ellos.

He vivido siempre libre y ya las cadenas no son para , aunque sean de oro. Pero estás pálido. ¿Qué te pasa? Martín sentía un gran cansancio y le dolía el hombro. Linda, al saber que estaba herido, le obligó a quedarse allí. Afortunadamente el rasguño no era grave y Zalacaín curó pronto.

La señora vieja, sollozando, se tiró en la hierba, por consejo de Martín. ¿Es usted buen tirador? preguntó Zalacaín al extranjero. ¿Yo? . Bastante regular. ¿Y usted, señorita? También he tirado algunas veces. Seis hombres se fueron acercando a unos cien metros de donde estaban guarecidos Martín, la señorita y el extranjero. Uno de ellos era Luschía.

Cuando el coche se detuvo frente al convento, Bautista, al salir Zalacaín, le dijo: ¿Qué disparate vas a hacer? Reflexiona. ¿ sabes cuál es el camino de Logroño? preguntó Martín. Si. Pues toma por allá. Pero... Nada, nada, toma por allá. Al principio marcha despacio, para no cansar a los caballos, porque luego habrá que correr.

Palabra del Dia

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