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Actualizado: 23 de mayo de 2025


«...Preguntado Francisco de Juara, lacayo del señor conde de La Oliva dónde había estado esta noche desde su principio y con qué personas había hablado, dijo: que al principio de la noche, su señor le mandó seguir á un embozado; que habiéndole seguido, el embozado se entró en el zaguán de las casas que en esta corte tiene el excelentísimo señor duque de...» Adelante.

Registre usted el portal. Martín, al oir esto, agazapándose, salió del portal y ganó la escalera. La vieja paseó la luz del farol por todo el zaguán y dijo: No hay nadie, no, no hay nadie. Martín pretendió volver al zaguán, pero la vieja puso el farol de tal modo que iluminaba el comienzo de la escalera. Martín no tuvo más remedio que retirarse hacia arriba y subir los escalones de dos en dos.

Las pinturas murales del zaguán; los figurones de las cornisas; el caprichoso enrejado de las ventanas; el alegre color del frente, ya azul, ya verde, ya rosa, en su nota más tenue y apagada, da un aire coquetón al conjunto, que se convierte en interesante y misterioso, si el transeunte es impresionable y ve, detrás del visillo alzado de la sala, dos ojos criollos, que ven sin mirar y hablan sin voz.

Una tarde en que el idilio alcanzó proporciones alarmantes, y en que su boca sedienta de besos, pedía y pedía sin cesar pruebas del amor que reflejaban los ojos de la hija del cliente respetable, ésta le prometió la gloria: a las doce de la noche le esperaría en la sala de su casa en la calle de las Artes , cuyo zaguán sería dejado entreabierto para darle paso.

¿Y no le habéis ahuyentado por no espantar la caza? bien hecho; por lo mismo dejaréle yo allí: pero entrémonos en este zaguán. Entrémonos. ¿Y estáis seguro de que don Rodrigo Calderón está ahí dentro, y si está de que saldrá por ahí? No lo estoy, pero espero. Vais haciéndoos á las costumbres de los enamorados tontos, que se pasan la vida en esperar á bulto. Por más que hagáis... No os curo. No.

Es cierto que reconociendo Juanita que era peligroso dejarse acompañar por don Andrés todas las noches, espió con maña el momento en que don Andrés no la aguardaba en el zaguán, y en lo sucesivo logró escaparse siempre a su casa sin ser por don Andrés acompañada.

Se levantó movido de secreto impulso, bajó al zaguán, salió hasta el campo, y como quien no pierde por la precipitación idea del sitio donde va, cruzando tierras sembradas, se fue hacia la iglesia que desde la ventana de su cuarto había visto.

Carmen se asomó a mirar. Allí estaba Fernando, esbelto, seductor, con su cara pálida y fina, su bigote negro, sus ojos endrinos y soñadores. Tenía despejada la frente, rizo el cabello obscuro, y sensual la boca, sonreidora y correcta. Entró el viajero en el zaguán, y quedóse la muchacha fascinada, dudando si en efecto sería aquel Fernando Alvarez de la Torre hijo de doña Rebeca.

Que el declarante se quedó observándole á lo lejos. Que algún rato después se abrió el postigo de la casa del duque y salió un hombre sobre el cual se arrojó á cuchilladas el embozado que estaba escondido; que á poco las cuchilladas cesaron y el embozado y el otro se dieron las manos, hablaron al parecer como dos grandes amigos, y se escondieron en el zaguán.

Habían llegado al portal del caserón de los Ozores, y se detuvieron. El farol dorado que pendía del techo alumbraba apenas el ancho zaguán. Estaban casi a obscuras. Hacía algunos minutos que callaban. ¿Y Petra? ¿Y Paco? preguntó la Regenta alarmada. Ahí vienen, ahora dan vuelta a la esquina. Anita sentía seca la boca; para hablar necesitaba humedecer con la lengua los labios.

Palabra del Dia

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