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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Y ella, después de haberse puesto bien en la silla y prevenídose con toser y hacer otros ademanes, con mucho donaire, comenzó a decir desta manera: «Primeramente, quiero que vuestras mercedes sepan, señores míos, que a me llaman...»

Dale, que no lo creen... pues váyanse todas con doscientos mil pares de demonios, que á , con ser bueno me basta.... No necesito que nadie me bombo. Piojosas, para nada quiero vuestras gratitudes.... Me paso por las narices vuestras bendicionesDicho esto salió de estampía.

Mantúvose, sin embargo, sereno, y Margarita continuó: Por curarme de las tristezas en que la ausencia de Gaspar de Valcárcel me había puesto, aunque yo, por lo que siento ahora conozca, ¡ay de ! harto bien no era amor lo que por mi ausente enamorado sentía, ni viso, ni aun sombra de ello, trajéronme mis padres, como ya he dicho, a la populosa Sevilla, ansiosos porque mis melancolías tuviesen término en un nuevo amor; que yo era muchacha, y a la juventud no hay que pedirla reflexión ni firmeza; que no hay firmeza sin reflexión, y las jóvenes plantas que cuando dejan de ser halagadas por el dulce céfiro se doblegan mustias, otras céfiros las alientan y reviven; y céfiro es para la mujer el primer amor que apenas si su inocente alma conmueve; amor de la inocencia, que en nada se parece a este otro amor de la vida, que por vos, señor de mi alma, me abrasa y me devora, y de tal manera, que me parece que no es mía la vida que vivo, sino que en vuestra vida aliento, y en medio de vuestras propias entrañas, y que en mis entrañas os siento; pues, como decía, aunque mis padres tenían una tal cual hacienda, por la que en el pueblo por ricos eran tenidos y respetados, y como ricos vivían, no era esta hacienda cosa bastante para sufragar los dispendios a que les obligaban las galas y las joyas con que para llevarme a las principales casas, de Sevilla necesitaban ataviarme y prenderme; y como mis melancolías y pesadumbres no cesaban, y llamaban hermosura al pobre parecer mío los galanes de la populosa y regocijada Sevilla, y con pretensiones me asediaban, sin que yo de mis melancolías y negro humor me curase, esforzábanse mis padres, y acrecían sus dispendios, y hasta llegaron a poner gran casa donde pudiesen tener lugar saraos y representaciones de pasos y comedias; que así los tristes, que por no tener más hija que yo, en sus ojos y su alma y todo el amor de su corazón habían puesto, creían dar alegría a mis tristezas, alivio a mis pesares, y ponerme más y más en ocasión de que algún gentil y joven caballero de se enamorase, y fuese tal que yo no pudiese menos de amarle; pero esto no acontecía; que para los hombres eran como si no los hubiese, y en vez de agradarme me martirizaban con sus solicitudes, y mis tristezas y mi desabrimiento aumentaban; y en balde dábanme música, y en balde escribíanme versos en que me comparaban con el sol, con la luna y con las estrellas, con el cielo y con la tierra, con las praderas y las selvas, con las flores y los céfiros; yo no leía estas composiciones, sino que, desdeñándolas, las rompía o las quemaba; y si yo las guardara, bien hubieran podido hacerse con ellas dos o tres gruesos libros infolio.

Vuestro dulce lenguaje, vuestras maneras honestas, algo inexplicable, el encanto misterioso de vuestros ojos... ¡Ay, ay! me estoy poniendo hablador... Bueno, bueno, ya sospecháis lo que os quiero decir, Marta. Consentís con alegría, ¿verdad? Vuestra vacilación... Pero, ¿acaso no me comprendéis?

Sois hombre de corazon, de sentimiento: nos lo revela vuestro mismo estado, vuestras mismas palabras, hijas del mas puro entusiasmo por todo lo que es grande y bello: habeis empezado con nosotros vuestros viajes, y estamos seguros de que con nosotros los concluireis: ¿á qué arredraros ni desmayar cuando solo estamos á la mitad de la jornada?

-Yo no os entiendo, marido -replicó Teresa-: haced lo que quisiéredes, y no me quebréis más la cabeza con vuestras arengas y retóricas. Y si estáis revuelto en hacer lo que decís... -Resuelto has de decir, mujer -dijo Sancho-, y no revuelto.

¿Y por qué no os quedáis? ¿por qué no nos ayudáis con vuestras grandes fuerzas á soportar el enorme peso de aconsejar á su majestad en la gobernación del reino?

6 Yo también os di limpieza de dientes en todas vuestras ciudades, y falta de pan en todos vuestros pueblos; mas no os tornasteis a , dijo el SE

17 Os herí con viento solano, y con tizoncillo, y con granizo [a vosotros], y en toda obra de vuestras manos; mas no os [convertisteis] a , dijo el SE

Y es un bello aderezo... muy bello... su majestad os ama mucho. No cómo pagar á su majestad... y siento, siento mucho no poder complacerla... pero mi marido me ha regalado otro aderezo. ¡Ah! ¿Conque es rico?... Os doy otra nueva enhorabuena. ¿Y seréis tan reservada respecto á vuestras galas de novia, como respecto á vuestros amores? ¡Ay, Dios mío, no!

Palabra del Dia

condesciende

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