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Actualizado: 29 de junio de 2025


Afirman los que han navegado mucho que nunca, en medio de las más espantosas tempestades, perdían la esperanza de salvación mientras oían á la gente de á bordo lanzar votos y reniegos, blasfemias y maldiciones; y que sólo empezaban á perder la esperanza cuando veían á la gente de á bordo, resignada y contrita, rezar y no jurar y decirse ternuras en vez de improperios.

Aquí empezó una de votos y juramentos del honrado corredor, de quien tan injustamente se desconfiaba, y de lamentaciones deprecatorias de mi sobrino, que veía escapársele de las manos su repetición por una etiqueta de esta especie; pero me mantuve firme y le fue preciso ceder al hebreo mediante una honesta gratificación que con sus votos canjeamos.

Llorar triste y suspirar sólo puedo; ay, Señor, no... tuya no debo ser yo, recházame de tu altar. Los votos que allí te hiciera fueron votos de dolor, arrancados al temor de un alma tierna y sincera. Cuando en el ara fatal eterna fe te juraba mi mente ¡ay Dios! se extasiaba en la imagen de un mortal.

A , nada... digo, , mucho, porque todo lo que se refiera a usted ¡claro! ¡me interesa! ¡claro!... ¡Oscuro! digo yo, ¡oscuro! ¿Por qué le ha de interesar a usted que una religiosa renueve sus votos? Debí espetarle en aquel momento la declaración que tenía preparada, ¿no lo creen ustedes así? La ocasión era que ni encargada. Pues no me atreví, ¡ea, no me atreví!

Las alhajas estaban escondidas; los canónigos y los beneficiados, que entonces se llamaban racioneros, vivían desperdigados por la península. Unos se habían refugiado en las plazas todavía españolas; otros estaban ocultos en los pueblos, haciendo votos por que pronto volviese el Deseado.

En las órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara subsistió sin alteración la caballería religiosa en sus bases esenciales, ya que estas órdenes, aun después de haber sufrido ciertas modificaciones en su organización en tiempo de los Reyes Católicos, no quedaron reducidas á meras condecoraciones, no alterándose sus antiguos votos ni la obligación de acudir personalmente á las guerras . En los trajes dominaba en general el gusto caballeresco, aunque nuevas modas hubiesen sucedido al vestido borgoñón usado hasta el siglo XVI, llevando los hombres la capa y la golilla, y las mujeres la mantilla y la ajustada basquiña.

Venía, pues, como se ha dicho, don Quijote contra el cauto vizcaíno, con la espada en alto, con determinación de abrirle por medio, y el vizcaíno le aguardaba ansimesmo levantada la espada y aforrado con su almohada, y todos los circunstantes estaban temerosos y colgados de lo que había de suceder de aquellos tamaños golpes con que se amenazaban; y la señora del coche y las demás criadas suyas estaban haciendo mil votos y ofrecimientos a todas las imágenes y casas de devoción de España, porque Dios librase a su escudero y a ellas de aquel tan grande peligro en que se hallaban.

D. Miguel de Azcuenaga, se dijo: Que en la hipotesis de que haya terminado la representacion de la Suprema Junta Central de España, en lo que está el mayor número de votos, es el suyo, reasuma el mando el Exmo. Cabildo con voto activo del Sr.

Pepita contestó D. Luis , no es que su alma de Vd. sea más pequeña que la mía, sino que está libre de compromisos, y la mía no lo está. El amor que Vd. me ha inspirado es inmenso; pero luchan contra él mi obligación, mis votos, los propósitos de toda mi vida, próximos a realizarse. ¿Por qué no he de decirlo, sin temor de ofender a Vd.? Si usted logra en su amor, Vd. no se humilla.

Aquellos ángeles morenos, que tan mansamente cantaban gozos y letrillas en la iglesia de Alboraya al celebrarse las fiesta de las solteras, enardecíanse á solas y matizaban su conversación con votos de carretero, hablando de cosas internas con el aplomo de una comadrona.

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