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Actualizado: 5 de junio de 2025


Visitación, mientras sentada a los pies de la cama devoraba una buena ración de dulce de conserva, aseguraba con la boca llena que Somoza y la carabina de Ambrosio todo uno. La del Banco creía en la medicina casera y renegaba de los médicos.

Bermúdez volvió a Vetusta; Visitación, Obdulia, Edelmira, Paco y Mesía se quedaban. Mientras abajo se trataban a gritos y con idas y venidas tan arduas materias, Edelmira, Obdulia, Visita, Paco y Joaquín corrían como locos por el corredor del primer piso.

Visitación había dicho a Paco de buenas a primeras, que ella lo sabía todo, que Álvaro tampoco para ella tenía secretos. ¿Pero y Ana? ¿Te ha dicho algo? ¿Ana? En su vida; buena es ella. Pero déjate.... Por supuesto que no se trata más que de una cosa... espiritual... Ya lo creo... espiritualísima.... Porque sino, nosotros... no nos prestaríamos... ya ves... el pobre don Víctor....

Este contrario suceso lo ocasionó la arribada que hizo á Buenos Aires D. Basilio Villarino del Rio Negro, donde le despachó el Super-intendente D. Francisco de Viedma, para que socorriese el puerto de San José, con la mucha aguada que conducia el bergantin Nuestra Señora del Carmen y Animas, y la pérdida de la urca, llamada la Visitacion, que estaba para hacerse á la vela en aquella bahía á conducir auxilios á la de San José: pues á haber logrado cualquiera de estos socorros, no se hubiera arraigado el escorbuto con muerte de 28 hombres; no se hubiera desamparado aquel puesto, ni ocasionado la pérdida de los efectos y viveres que allí quedaron.

El Arcediano y don Custodio prosiguió hicieron anoche comidilla de la confesata en la tertulia de doña Visitación, esa tarasca; señor, comidilla de la confesata de la otra; y si había durado dos horas o no había durado dos horas.... El Magistral se santiguó y dijo: ¿Ya murmuran? ¡Infames!

Como el ama de la casa autorizaba sobradamente la tertulia, las mamás que nada esperaban ya de las vanidades del mundo, dejaban ir a las niñas solas. Además, nunca faltaban casadas todavía ganosas de cuidar la honra de sus retoños o de divertirse por cuenta propia. ¿Y quién duda que estas se harían respetar? Allí estaba Visitación por ejemplo.

Un pisotón discreto de la del Banco le sacaba de sus distracciones. Pican, pican decía Visita. ¿El qué? preguntaba la Marquesa que comía sin cesar y muy contenta entre el bullicio ¿qué es lo que pica? Los pimientos, señora. Y don Álvaro agradecía a Visitación el aviso y volvía a engolfarse en el palique general, ocultando como podía su aburrimiento que para sus adentros llamaba soberano.

La Marquesa, Visitación, Obdulia, doña Petronila y otras amigas que habían hecho compañía a la Regenta mientras duró el mal tiempo, ahora la visitaban cada dos o tres días y las visitas eran breves.

Paco Vegallana, cerca de Visitación, fingía resistir la fuerza anónima que le arrojaba, como un oleaje, sobre su prima Edelmira.

Donde Visitación demostraba su intimidad con los amigos, su franqueza y trato sencillísimo era en casa de los demás. Allí hacía locuras. Hablaba mucho, a gritos, con diez carcajadas por cada frase. Se le había alabado su aturdimiento gracioso a los quince años, y ya cerca de los treinta y cinco aún era un torbellino, una cascada de alegría, según le decía en el álbum Cármenes el poeta.

Palabra del Dia

rigoleto

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